Tampoco yo voy a juzgar

Rosa Martinez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 17 nov. — Hubo un artículo publicado por Havana Times la pasada semana que me gustó de manera especial, fue Para juzgar Dios y la Ley escrito por mi compañera María Matienzo, cuyo titular retomo con su autorización.

Con gran facilidad  muchas personas dentro y fuera de Cuba critican a los cubanos que se ven forzados a jinetear, prostituirse, mentir, y hasta delinquir para poder satisfacer sus necesidades básicas.

Escuchamos con demasiada frecuencia que las mujeres cubanas se venden por nada, o simplemente se regalan; que nos hemos acostumbrados a mentir para sobrevivir; y que la malversación en Cuba alcanza todos los niveles, roba tanto el lechero y el zapatero como el Ministro de la Construcción o el de las Telecomunicaciones.

Mucho de esto es verdad. Es verdad también que se puede trabajar honradamente y vivir como hace la mayoría. Pero eso no significa que todos nos conformemos con trabajar durante 24 días del mes y cobrar entre 300 y 600 pesos cubanos, que ni siquiera alcanzan para mantener una dieta alimenticia balanceada.

Si no que hablen los padres de dos o tres niños, que son los más indicados para contar cómo se las arreglan para alimentar la familia, comprar calzado, ropa, confituras, juguetes y sacar los niños a pasear aunque sea en fechas conmemorativas. Que diga un padre si se puede hacer esto con dos salarios de 16 cuc  en una familia de cinco.

Desafortunadamente todos no nos resignamos a vivir con padres, hermanos, sobrinos, tíos, en una casa donde ni siquiera la mesa del comedor alcanza para todos, muchos menos las habitaciones.

Algunos tampoco aceptan tan fácilmente no poder visitar otros países simplemente por haber nacido en Cuba, país cuyas leyes migratorias destierran a los hijos que se aventuran a buscar suerte en otras latitudes.

Y si difícil es la situación económica del cubano común, más triste y desesperanzadora es la del profesional que ve pasar año tras año sin vislumbrar mejoría alguna.  Necesita de un viaje de “colaboración” para comprar en apenas dos años (cobrando menos de la mitad del salario que le corresponde), lo que no tendría en Cuba ni en 20 años de labor.

Eso sin mencionar a los que, con “opiniones contrarias,” se sienten marginados en una sociedad que no perdona a los que piensan diferente.

Estas situaciones y otras han hecho que muchos cubanos hayan dejado atrás la solidaridad y altruismo de los 80, para convertirse en los mentirosos, calculadores e interesados de ahora. No todos somos así, pero solo Dios y la Ley  pueden juzgar, ni yo, ni María lo hacemos, creo que nadie puede.

 

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