Recuerdos del huracán Sandy

Rosa Martínez

Calle de Santiago de Cuba después del huracán Sandy.

HAVANA TIMES — Octubre está a punto de finalizar y con él deberían quedar atrás los recuerdos de Sandy, el devastador huracán que hace exactamente un año afectó a miles de personas en el extremo más oriental de Cuba, dejando a la hermana provincia Santiaguera como la más afectada.

Devastación y grandes y pérdidas dejó Sandy por donde quiera que pasó, pero lo más doloroso quedó en la expresión de los que  perdieron sus casas, sus pertenencias.

Después de 12 meses, recuerdo cada detalle de aquella trágica noche como si hubiera ocurrido ayer.

Durante dos jornadas, más o menos, todas las familias se prepararon para recibir el evento meteorológico. El Doctor Rubiera anunció lo inevitable: pasaría por el oriente, en algún punto entre las provincias de Guantánamo y Santiago.

Las familias compraron alimentos y combustible por si llovía durante varios días o quedábamos sin fluido eléctrico. El agua no fue mucha, pero sí nos quedamos sin corriente.

Los techos fueron asegurados con alambres y sogas, en otros se colocaron, además, sacos llenos de arena o piedras. Se limpiaron tragantes, y se podaron algunos árboles que podrían significar algún peligro para la población. Las familias de zonas bajas fueron evacuadas, igual que las que vivían en casas con posibilidad de derrumbe, que no eran pocas.

Todo eso y más se hizo, pero la verdad es que nadie pensó que sería tan fuerte la rabia de la naturaleza contra esta tierra.

La llovizna comenzó después de las cinco de la tarde, por lo menos en la ciudad de Guantánamo. Cuando oscureció se intensificó e inmediatamente llegó el apagón, todavía no se si fue una medida de seguridad para evitar accidentes o ese fue el primer estrago del ciclón.

Santiago también quedó oscuro, la última comunicación que tuve fue aproximadamente a las ocho de la noche y desde dos puntos de la Ciudad Héroe me informaron que no había electricidad.

A oscuras esperamos durante horas, rezamos, imploramos para que la madre naturaleza no nos azotara, pero los ruegos no fueron suficientes, o a ella no le importó, pues arremetió contra mi ciudad.

Los vientos fuertes comenzaron mucho antes de que el evento entrara en territorio nacional. “Entrará por Santiago”, escuchamos en el último informe radial, nos alegramos, pero al mismo tiempo nos preocupamos por los familiares, amigos y coterráneos de la vecina provincia. “Dios mío, dije, que no pase de categoría dos”.

La noche fue más larga que otras, o al menos, así lo sentimos quienes vimos cómo los vientos comenzaron a volar tejas de zinc y de fibro cemento. Escuchamos aterradores estruendos y fuertes golpes, era el ruido de los objetos al ser desprendidos y después al caer, parecía una historia de terror, de la que no queríamos ser protagonistas, pero desgraciadamente lo fuimos.

El trayecto del huracán Sandy horas antes que golpeó a Cuba. Imagen: National Hurricane Center

Los que perdieron sus techos, sufrieron algún derrumbe parcial o algún otro daño, corrieron rápidamente para las casas de los vecinos, afortunadamente no faltó la hospitalidad característica de los cubanos. Algunas personas lloraron, los niños gritaron.

Mi familia y yo nos guarecimos, desde temprano, en la casa de mis padres, que es muy segura, pero no pude aguantar las lágrimas cuando vi parte de mi techo desaparecer en medio de la oscuridad, la lluvia y aquel maldito viento.

Mis esposo y yo quisimos correr a proteger nuestras pertenencias, pero claro que mi familia no lo permitió, sabia decisión.

Toda la madrugada estuvimos pendiente de los vecinos de al lado, cuya vivienda está en muy mal estado, pero mágicamente el huracán no la tocó.

Finalmente, después de cinco o seis horas de desesperación, dejamos de sentir el soplido del viento, pensé que era otro receso, de los muchos que sentimos en la madrugada.

Rezaba porque aquel silencio fuera definitivo, y así fue. Sandy había salido por Holguín, según supimos por unos vecinos que intentaban recuperar en la calle alguna parte de sus techos.

Sandy salió de Cuba a las seis de la madrugada, no sin antes destruir o dañar más de 150,000 mil viviendas en Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo.

 

Rosa Martínez

Rosa Martínez: Soy una colaboradora más de Havana Times, profesora universitaria y madre de dos niñas bellas y malcriadas que son mi mayor felicidad. Mis grandes pasiones son leer y escribir y gracias a HT puedo cumplir con la segunda. Espero que mis escritos contribuyan a tener una Cuba más inclusiva más justa. Espero que algún día pueda mostrar mi rostro junto a cada uno de mis posts, sin temor a que me llamen traidora, porque no lo soy.

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