Quién vive y quién no

Por Rosa Martínez

Calle de Guantánamo. Foto: Reynaldo La O.

HAVANA TIMES – La crisis desatada por el COVID 19 me ha obligado a hacer algo que no soporto y he criticado varias veces en algunos jóvenes de mi barrio: pasar demasiado tiempo en el teléfono y conectarme con frecuencia.

Reconozco lo útil que puede ser la Internet en situaciones como la que vive todo el planeta ahora mismo, pues sirve de puente para que las personas se mantengan unidas y se den apoyo a través de la comunicación instantánea, también puede ser utilizada para realizar diferentes actividades en casa como son ejercicios de todo tipo, de la misma manera investigar sobre el tema, además del esparcimiento con juegos en línea.

Yo, como todo el que puede, me veo obliga a acceder a la red de redes varias veces al día; el dichoso paquete se va volando, pero esta vez sí que vale la pena. Debo no solo estar bien informada, sino tener noticias de la gente amada que está en medio del fuego cruzado: Amelia en Italia, Lis en España, Ale Y Diana en USA, sin mencionar a tantos excolegas y amigos, específicamente en Miami, esa ciudad atada a Cuba por sus tantos pobladores de origen cubano.

Hoy, entre aislamiento y estudio, dedico unos minutos de mi cara Internet a Haydée, una antigua vecina que emigró a Bélgica hace casi una década, con quien mantengo una correspondencia regular, pues enviudó hace un año y la soledad le ha jugado una mala pasada. Desde entonces, he intentado apoyarla a través de conversaciones esporádicas contándole sobre el barrio, los vecinos, y algunos amigos que tenemos en común.

Después de recordar algunas historias y reírnos un rato a través de Messenger, volvemos al tema del momento: COVID 19.

Le suplico cumplir con el aislamiento, sin importar lo aburrida que se sienta o la soledad extrema. Le explico, otra vez, que la enfermedad no tiene cara, es decir, puede estar en un pasamanos, en el picaporte de la puerta de un supermercado, en una vitrina de cristal, y que la persona que menos imagine puede estar contagiada y regando el letal virus por ahí, sin siquiera notarlo.

Al despedirnos, insisto una vez más en su protección, pues son ya 14.000 los casos en su país de residencia y más de 800 muertos.

Su respuesta a mi preocupación excesiva me dejó pensativa: “Rosi, soy una persona muy buena, Dios no hará eso conmigo”.

¿Qué cosa?, no podía creer sus palabras. Bueno… le dije apurada, después conversamos otro poco, ¿ok?

¿Será que todos los muertos por COVID 19 eran personas malas?, me pregunté aterrada. ¿Será que solo los seres malvados se contagian? ¿Será esa la forma de Dios librarse de los mayores pecadores del planeta?

No, no, claro que no, me respondo a mí misma y sigo leyendo en ese mar de Internet, pero esta vez nada relacionado con virus alguno.

 

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