Otra desempleada cubana
Rosa Martinez
HAVANA TIMES, 16 mayo — Me gustaría decirles que Adela es la protagonista de una de las telenovelas que vemos en nuestra televisión, o el personaje principal de un cuento de cualquier escritor de estos tiempos, que tomó como referencia aspectos de la realidad cubana actual.
Pero no es así, Adela es una muchacha real, una guantanamera común y corriente con las preocupaciones de cualquier joven y con las mismas problemáticas que enfrenta la población de la Isla por culpa de una economía deficiente, que no se acaba de levantar para sacar a la población de las excesivas carencias.
La diferencia es que esta joven afronta una nueva situación que ha puesto su mundo patas arriba, le ha hecho perder peso con rapidez, la ha robado el sueño en varias ocasiones, y lo que es peor, le ha quitado las pocas ilusiones que le quedaban.
Adela nació en una familia negra de muy bajos ingresos. Su papá era constructor y su madre trabajó en una cafetería durante un tiempo, pero el nacimiento de los últimos hijos complicó las cosas y prefirió quedarse como ama de casa y vender algunas cositas para sobrevivir.
Desde pequeña Adela prometió que no quería pasar los mismos sacrificios que su madre, que sería una profesional, y así fue. Afortunadamente no fue la única de sus cinco hermanos en lograrlo. De hecho, solo uno de ellos no llegó a la universidad. Ella fue una suerte de inspiración para los más pequeños que la vieron siempre como un ejemplo a seguir.
Ni siquiera los malos ratos de los viajes semanales a Santiago de Cuba, las excesivas carencias de una familia numerosa y de muy bajos ingresos, ni su inteligencia media, que la obligaba a estudiar más que el resto de sus compañeros, la hicieron desistir de su empeño.
Se graduó en el año 1996 e inmediatamente comenzó a trabajar en una empresa donde no se paga estimulación, ni en moneda nacional ni en divisa. Aquí trabajan los que no tienen otra opción, los que están muy necesitados, o los que realmente aman sus profesiones, ella tenía un poco de los tres.
Durante 15 años vio desfilar numerosas administraciones, directivos diferentes, eficientes, malversadores, engreídos, de todo un poco.
Después de tener sus dos hijos la vida se complicó un poco. Algunas veces se enfermaban, otras debía acompañarlos a la escuela o al deporte, en fin todas las obligaciones que requiere una madre preocupada, mas nunca dejó de ser una trabajadora responsable, eficiente, siempre lista a trabajar horas extras sin beneficio económico alguno, y dispuesta a ayudar en cualquier tarea aunque no estuviera relacionada con su perfil.
Hace unas semanas ella y varios compañeros quedaron fuera de la empresa y sin alternativas que ofrecerle, de manera tal que todos fueron para sus casas a intentar abrir algún negocio o buscar empleo por sus cuentas.
Nuestro país necesita poner en práctica medidas que levanten nuestra economía de una vez y por todas, y obviamente si mantenemos tres trabajadores en el puesto en el que debería estar una sola persona nunca podremos lograrlo.
Pero si después de 15 años de labor alguien le dice a usted que debe ir para su casa porque la empresa tiene plantillas infladas, será bien difícil entenderlo, ¿verdad? Especialmente porque vives en una sociedad socialista que supuestamente es justa y equitativa.