Mi experiencia en dólares en Guantánamo, Cuba
Por Rosa Martínez
HAVANA TIMES – Cuando el Gobierno cubano anunció que vendería en dólares no solo artículos electrodomésticos de gama alta y piezas de equipos electromotores, sino también comida y productos de aseo, puse literalmente el grito en el cielo.
Intenté comprender que el Estado sí necesita la divisa para importar otros bienes necesarios para sustentar la economía nacional. Pero me pasó como a la mayoría, aquello no me entraba en la cabeza.
Debo admitir que me molesté muchísimo y hasta prometí que nunca pondría un pie en un lugar de esos. Pero una cosa es lo que siente tu corazón y otra es la realidad que día a día golpea tu rostro.
En un principio las autoridades aseguraron que no dejarían de vender en el resto de las unidades comerciales. En realidad, todo el mundo sabía que poco a poco los productos irían desapareciendo de las tiendas normales para aparecer en las de dólares.
Eso sucedió con el espagueti, la pasta dental y el desodorante, por solo citar unos pocos ejemplos.
Saben qué, amigos, tuve que dejar mi ira atrás y conseguir una tarjeta en la dichosa moneda dura. La necesidad pudo más que la razón.
Dispositivo magnético en mano, el dilema entonces era cómo poner algún dinero ahí. Qué hacer si yo en el exterior solo tengo unos pocos amigos con tantos o más problemas económicos que yo. Igualmente, ahora la policía está persiguiendo a los proveedores de divisas, ya que el estado no los vende.
Ya con la tarjeta, ¿cómo conseguir los dólares?
Aunque creí que sería difícil conseguir 30 o 40 dólares, por todos los reportajes que he visto en la televisión sobre diferentes hechos delictivos, aquello en realidad fue más fácil que sacar la dichosa tarjeta.
Una llamada por aquí, un contacto por allá y en un abrir y cerrar de ojos tenía los dolores, quiero decir los dólares, en mi dispositivo.
Con mi dinero en mano, digo, en la tarjeta, decidí hacer mi primera visita a una de esas tiendas.
Esperaba que en ese primer encuentro yo sería impactada por la gran cantidad de productos tanto alimenticios como de aseo que encontraría allí, pero nada más lejos de la realidad.
La verdad es que después de los primeros días de inaugurada la dichosa tienda, muy pocas veces la gente encuentra lo que realmente está buscando.
Ese día no pude conseguir lo que precisaba, dígase desodorante, champú, acondicionador. Pero me sirvió para ver la gran cantidad de personas que se mantienen en las afueras del lugar implorando que un alma caritativa les compre un jaboncito, un juguito o cualquier otra cosa que solo ahí se puede conseguir en estos momentos.
Fue una escena deprimente, que espero por el bien de mi Cuba y por el mío propio, desaparezca pronto.