Madre cubana

Rosa Martinez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES – En Cuba, las mujeres son generalmente corajudas, y no es que sean más valientes que el resto de las féminas del mundo ni nada por el estilo, lo que sucede es aquí no les queda más remedio que ser bravas, porque no tienen otra opción para poder mantener a sus hijos de manera decorosa.

Esta la historia de una joven guantanamera -que puede ser la de muchas en la Isla- que no se deja vencer nunca, que no se amilana ante nada, que se seca sus lágrimas, alza la cabeza y dice: adelante.

Se llama Isabel, pero bien podría ser María, Katia, Nicole o cualquier nombre proveniente del ruso, el inglés, el francés, según la familia y sus preferencias.

Pues Isabel es una profesional común y corriente, que además de laborar ocho horas diarias para un pírrico salario de 560 pesos mensuales, vende “cosillas” en su empresa, en el barrio, incluso en otras entidades donde tiene amistades, todo para poder llegar al otro mes. Con las condiciones actuales de Cuba, todos sabemos que 22 dólares mensuales no son suficientes para nadie, al parecer ni 100 bastan.

Ella tiene esposo, muy trabajador también. Pero a diferencia de ella, muy poco logra “inventar” para incrementar la economía familiar. Carlos es profesor, y no sabe hacer otra cosa más que dar clases; cuando su empleo como profesor universitario se lo permite, trabaja de ayudante de construcción con un amigo, pero en realidad son muy pocas veces al mes, y eso tampoco da para mucho.

Mientras Carlos dice que hay que ajustarse, Isabel busca la forma de conseguir algo más para no prescindir de lo necesario. Cuando digo necesario, me refiero a lo realmente imprescindible, no hablo de ropa, calzado (que también lo son), me refiero a las comidas, el aseo, a la merienda escolar, a lo verdaderamente esencial para vivir.

Cuando él dice que esos zapatos que vende la vecina son muy caros para el hijo mayor, que los pobres no pueden comprarse esas cosas, que tenemos necesidades más imperiosas, ella redobla sus esfuerzos, organiza cooperativas entre los colegas del trabajo o la gente del barrio, pero logra cumplir el sueño de su hijo mayor que muy pronto irá la universidad y no puede ser menos que nadie. Ha estudiado mucho el chiquillo para ser de los primero en su pre, para que su mamá no pueda comprarle un par de zapatos apropiados, se dice, y lo logra.

Para las madres no hay nada imposible, o casi nada, que no es lo mismo, pero suena igual.

Por eso, ahora, antes las redobladas escaseces de todo tipo: proteína, jamón, perro caliente, ante la carestía de la mayoría de los productos alimenticios, ella reinventa fórmulas con algunos vegetales que hacen más atractivos un arroz con potaje o un arrocito amarillo. Entonces hace magia con el quimbombó, la habichuela, la col, los tomates (caros también, que conste).

Cuando llega el cumple del bebé de casa, y la economía familiar dice a gritos que no es posible una fiesta, mientras los amigos prácticos le aconsejan comprar al niño lo que realmente necesita: un pantalón, o unas sandalias porque el verano está al doblar de la esquina, la madre no escucha los gritos de la economía (ni familiar ni nacional), mucho menos los consejos de nadie. Ella se las arregla para reunir primero un dinerito y después a los amiguitos del barrio que cantarán felicidades, compartirán la tarta y jugarán con su hijo en lo que fue para su príncipe, un cumpleaños de ensueño.

Mientras el padre no tiene tiempo para la larga cola del pan, en medio de una crisis que llega hasta las panaderías cubanas, mamá se las ingenia para tener tiempo para trabajar en la calle y en la casa, para atender adecuadamente a los pequeños, para hacer la cola del pan, del pollo, el picadillo, y hasta para pasar la mano en la melena riza de su pequeño, para que no se olvide que ella, además de trabajo y sacrificio, es amor.

Por eso hoy, cuando una inminente y al parecer inevitable crisis se cierne sobre las vidas de todos los cubanos, no dejo de pensar en mis hijas y en los demás niños y jóvenes cubanos que pagarán sin culpas los malos manejos de la economía nacional y las pésimas acciones de la Administración Trump, que intentan ahogarnos de una vez y por todas.

Pero además de los pequeños, pienso en esas madres que, como Isabel, como yo, enfrentamos audazmente cada uno de los desafíos de nuestra Cuba actual, retos que dan mucho miedo en realidad, que entristecen el alma de la que más, que quitan por momentos los deseos de vivir, porque simplemente creemos que otro Periodo Especial no es justo para nadie, mucho menos para nosotras.

Esas madres seguirán sufriendo cada día para llevar un bocado a la mesa de cada uno de sus familiares, se la ingeniarán para dar a sus pequeños el mejor verano posible, para comprar la mochila, los zapatos, las medias… para el nuevo curso escolar. Y sufrirán, sufrirán mucho en cada batalla, pero nunca, nunca se darán por vencida. Isabel no lo hará, yo tampoco…

 

Rosa Martínez

Rosa Martínez: Soy una colaboradora más de Havana Times, profesora universitaria y madre de dos niñas bellas y malcriadas que son mi mayor felicidad. Mis grandes pasiones son leer y escribir y gracias a HT puedo cumplir con la segunda. Espero que mis escritos contribuyan a tener una Cuba más inclusiva más justa. Espero que algún día pueda mostrar mi rostro junto a cada uno de mis posts, sin temor a que me llamen traidora, porque no lo soy.

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3 thoughts on “Madre cubana

  • Cuba, el estado número 52 de la Union Americana afectado por decisiones de su presidente Trump, el gobernador de la isla, los alcaldes y representantes no hacen nada esperando que Washington rebaje el par de zapatos o suba el salario promedio para poder añadir unos bocaditos al cumpleaños del nene.

  • No hay que echarle toda la culpa a T, el mal manejo de la economía cubana es uno de los males. La falta de iniciativas, el pedir y no pagar deudas. El derroche en mercancias que no tienen salida. El robo de cuello blanco. Pero algunos mantienen un alto estatus. La lista es larga. Las madres siempre han sido más arrojadas que algunos papás, que se achantan y piden las chancletas y el períodico a la mujer que está reventada de trabajar adentro y afuera.

  • Sí he visto madres sacrificándose más que los padres, pero también he visto padres echándo el lomo porque la madre se achanta. Creo que la cabeza hecha agua es un asunto familiar. Pero el caso en cuestión es el de Isabel, una madre. Yo confieso que me ví reflejado tanto en Isdabel como en su esposo, porque hago las dos funciones, jjjj. No, no soy padre soltero, jjj. Pero hago de todo en miu casa, preparo el kake e invito a los ni;os del barrio, a veces no sé ni con qué recursos. una vez yo mismo hice un pasteo de pan viejo y refresco de limón. pero no lo pasé por alto porque es muy trriste. No es culpa de Trump, claro que no. No vi a la autora echar la culpa a nadie. Solo ví la cara de nuestra pobreza y la posibil;idad de que empeore.

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