La sonrisa ajena

Rosa Martínez

Muchacha en el balcón. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Hay días que, sin motivo aparente,  uno amanece con el moño virado y le molesta hasta la sonrisa ajena.

Uno no lo comprende bien, porque evidentemente hay muchos asuntos que no entendemos, pero es como si estuviéramos en medio de un terrible huracán que se ha llevado todas nuestras pertenencias, incluido lo último que se pierde: la esperanza.

Cuando eso ocurre, como sabes que estar de mal humor no ayuda en nada ni a nadie, te agarras hasta de un clavo caliente y tratas de buscar algo que te anime a seguir adelante a batallar…

Creo que lo primero  que uno piensa es que no debería quejarse tanto, pues a fin de cuentas estás vivo, y nada importa más que eso ¿verdad?

Después, al menos yo, pienso en los hijos, en esos que tanto trabajo, malas noches y sacrificios demandan, pero que consideramos su educación,  sustento y amor la labor más noble del mundo, y la más importante de todas. Siquiera por ellos debería intentar sentirme feliz.

Conozco muchas mujeres que darían toda su riqueza por tener un hijo, Dios o la vida les negó ese derecho; otras darían su propia vida por la salud de su pequeño que sufre de cáncer terminal o cualquier otra enfermedad incurable.

Me digo a mi misma que soy una egoísta, que si Dios me está escuchando se enfadará conmigo por mi mal humor injustificado, por mi desesperanza, mi tristeza desmedida, pero ni siquiera pensar en el Todo Poderoso logra sacarme del mal momento.

Poco a poco va pasando el día y sigo aferrándome a los muchas cosas buenas que tengo y debo reconocer: dos padres cascarrabias, pero maravillosos; un esposo presente que ayuda en la crianza de mis hijas; unos hermanos jodones, pero que están siempre ahí en las buenas y en las malas; una casa pequeña y no muy linda, pero con lo necesario para vivir.

¿Qué más podría pedir a la vida?, me pregunto.

Yo misma me respondo de inmediato: pero es que no estoy pidiendo nada, al contrario, agradezco todo, hasta el aire que respiro. Pero lo siento, de todas formas hoy sigue siendo un día de esos que me molesta hasta la sonrisa ajena…

 

Rosa Martínez

Rosa Martínez: Soy una colaboradora más de Havana Times, profesora universitaria y madre de dos niñas bellas y malcriadas que son mi mayor felicidad. Mis grandes pasiones son leer y escribir y gracias a HT puedo cumplir con la segunda. Espero que mis escritos contribuyan a tener una Cuba más inclusiva más justa. Espero que algún día pueda mostrar mi rostro junto a cada uno de mis posts, sin temor a que me llamen traidora, porque no lo soy.

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3 thoughts on “La sonrisa ajena

  • Pues tienes suerte de vivir en Cuba donde las personas sonríen poco.
    Mi experiencia internacional es limitada, solo España y Brasil, pero una de las cosas que siempre me llama la atención es que la gente sonríe mucho mas. Vas por un pasillo de una universidad y casi toda persona que miras a los ojos te sonríe, una forma simple de desear buenos días, tarde o noche. En Cuba no, la mujeres te miran esperando una grosería sobre sus tetas o culo, y los hombres parece que piensan si te podrían ganar en una cola de cerveza.

  • s aludos colega
    A mi tambien muchas veces me ocurre lo mismo, o peor, a veces ni siquiera tengo ganas de seguir viviendo, pero no quiero ser pesimista, creo que son momentos de la vida, y nada mas, ciertos estados de animo que son reforzados por este sistema que al menos a mi me tiene al borde de un infarto o una izquemia cerebral, en fin, hay que seguir viviendo con nuestras crisis emocionales, y en espera de que algun dia dejen de brotar.
    saludos, buen post.

  • Saludos querido Warhol.
    Unos días son más difíciles que otros, la vida es así para todo el mundo en todo el planeta. Pero desgraciadamente para los cubanos comunes y corrientes comprar un simple par de zapatos de media calidad puede provocar insomnio, estres, y no sé cuántas cosas más. Dar de comer a toda la familia es otro problema, más preocupante aún que un par de zapatos, porque es todos lo días, peor si tienes niños que no entienden cuando tienen hambre, solo les importa saciar su necesidad fisiológica. Son esa pequeñas dificultades las que te roban la sonrisa y hasta el deseo de vivir, como tú dices. Pero no queda otra que seguir adelante… o al menos intentarlo.

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