La mona se viste de seda, pero es mona igual

Rosa Martínez

Foto: oncubamagazine.com

HAVANA TIMES – Son las 7 y 30 de la mañana, ciento de estudiantes vestidos de azul se dirigen veloces a la formación matutina. Cada día hay que cantar el himno nacional, escuchar las orientaciones más importantes relacionadas con la  docencia, así como otras informaciones políticas, culturales, sociales, que no siempre son del interés de todos.

Cuando dan la voz de a las aulas, los cuerpos uniformados lucen todos iguales: limpios, planchaditos, estiraditos, apretaditos; aparentemente no existe contraste alguno entre un joven y otro.

Pero si miras el calzado, el celular, el reloj u otra prenda que usa cada cual, comenzarás a ver las diferencias, esas que nos empeñamos en decir que no existen, pero están ahí, en la mochila escolar o dentro de ella (como por ejemplo en el refuerzo que lleva cada cual, bastante desigual entre uno y otro adolescente).

La disparidad puede encontrarse en el transporte que usan para llegar a la escuela: algunos tienen una bicicleta montañesa que con mucho esfuerzo la familia compró para que el joven no pase tanto trabajo para ser puntual  (todos conocemos  la situación del transporte en el país); otros tienen mejor suerte, mamá o papá los lleva en un carro que es del Estado, pero es como si fuera personal,  pues pueden usarlo para todas las necesidades familiares;  unos pocos llegan en vehículos particulares y esos sí que pueden reírse de su suerte.

Un gran grupo no tiene ni una cosa ni la otra y desde tempranito tienen que ingeniárselas  con el transporte local, o con los coches tirados por caballos, que la verdad nadie sabe qué es peor si una guagua repleta de personas sudorosas  o un cochero grosero y abusivo con su bestia.

Pero hasta ahí las desigualdades pueden ser tolerables, pues el que no tiene un par de zapatos marca Nike o Adidas tiene uno comprado en la tienda de divisa. En las casas los padres se empeñan en enseñar a sus hijos a no sentirse menos que nadie por cuestiones de vestimenta, porque la ropa no es lo más importante; pero los jóvenes no siempre creen lo que dicen sus progenitores…

No importa mucho que Leo siempre lleve pollo, cerdo, marisco, refresco gaseado, si a fin de cuenta está demostrado que los vegetales y las frutas son más saludables que la carne, así que Ramón disfruta su pan con aceite o mantequilla casera como mismo  Raulito su trozo de jamón viking.

Pero lo que le sucedió a Tomás, un compañerito inseparable de mi hija Tania, sí que fue duro: preparaban una fiestecita para celebrar el 4 de abril. Todos los padres debíamos colaborar de una forma u otra para que los chiquillos la pasaran bien.

Ya todo estaba listo, solo faltaba fijar lugar y hora. Lo muchachos estaban deseosos de gozar con los amigos de aula, a quienes conocen muy bien pues ya llevan  8 meses juntos.

Cuando llegó el día esperado noté que mi hija no estaba tan animada como esperaba, y creí que había discutido con alguien, que estaba medio enamorada o qué se yo…

Cuando le pregunté qué le sucedía, me contó que estaba muy triste porque su amiguito Tomás no podía ir a la fiestecita, y si él no iba, quizás ella tampoco.

Cuando indagué bien supe que el problema es que el muchacho no tenía zapatos que ponerse.

¿Cómo que no tiene zapatos? Le inquirí a mi pequeña.

Bueno sí tiene, pero un solo par que es el de la escuela, el de la casa, el de salir, el de todo.

¿Y por qué no va con esos mismos? La juventud no se fija en esas cosas, le dije.

Ay mami, eso era antes, y quizás algunos de nosotros no se fija en eso, pero la mayoría de la gente del aula está para ese tipo de detalles y de qué manera, lo que pasa que yo no te cuento esas cosas...

Por más que intentamos no pudimos ayudar al joven, pues usa un 45 y en nuestra familia los hombres no pasan del 43.

Al final, mi hija fue a la fiesta con sus compañeros, y aunque bailó y disfrutó como el resto, su corazón, como el mío,  estaba con Tomás, y la certeza de que, por lo menos ese día, se sentía la persona más desafortunada del mundo.

Rosa Martínez

Rosa Martínez: Soy una colaboradora más de Havana Times, profesora universitaria y madre de dos niñas bellas y malcriadas que son mi mayor felicidad. Mis grandes pasiones son leer y escribir y gracias a HT puedo cumplir con la segunda. Espero que mis escritos contribuyan a tener una Cuba más inclusiva más justa. Espero que algún día pueda mostrar mi rostro junto a cada uno de mis posts, sin temor a que me llamen traidora, porque no lo soy.

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One thought on “La mona se viste de seda, pero es mona igual

  • Casi nadie en Cuba puede permitirse con su salario comprar zapatillas Nike o Adidas. El cubano no es dueño de su destino economico a menos que emigre.
    Desgraciadamente, el bajo nivel cultural en Cuba provoca situaciones en que los adolescentes y jovenes se sienten humillados y victimas de burlas por aquellos cuyos familiares en el exterior les pueden proveer de bienes materiales inalcanzables para el resto.
    Una forma de repeler a esos que se creen superiores o actuan denigrando a los demas es recordarles que sus bienes materiales no son fruto de su esfuerzo personal, que su manera de ser no deja de ser parasitaria y no hay nada “superior” en ser parasito.

    Nunca mas valida la afirmacion: Ser cultos para ser libres.

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