Giselle y la escuela

Rosa Martínez

Pioneros de primer grado en Guantánamo. Foto: guantanamoenfotos.wordpress.com

HAVANA TIMES — ¡Cuánta alegría trae a la familia la llegada de los hijos! Desde que se alojan en el vientre de la madre, la vida de la pareja cambia por completo, pues desde su concepción todo en casa está relacionado con ellos.

Los papás miman y complacen los antojos de las madres para que tengan una maternidad feliz y el niño crezca en un ambiente ideal, con corazón y mente saludables. Ellas consumen alimentos sanos, aunque no les apetezcan, para que el bebé reciba los nutrientes necesarios.

Se arregla el colchón matrimonial para que mamá duerma placenteramente, se pinta el cuarto para que el recién nacido perciba un entorno agradable desde su nacimiento, se organiza el hogar para que la cuna pueda ser acomodada en la habitación. En ocasiones, los abuelos sacrifican su privacidad y bienestar para que la pareja se acomode y tenga más espacio para atender al neonato en las madrugadas, devenidas jornadas extremadamente agotadoras durantes los primeros meses de puerperio.

Pero, tal cual se disfruta con los hijos cuando regalan su primera sonrisa, pronuncian sus primeras palabras o dan sus primeros pasos, así también se sufre ante cada enfermedad, percance o conducta inadecuada.

De enfermedades y percances no diré nada, tampoco de conductas vergonzosas, algunas graciosas, otras no, de las que tengo para escribir un libro. Hoy solo compartiré uno de los momentos para los que deberíamos estar preparados, pero no por eso deja de provocar emociones.

La menor de mi niñas tiene 7 años y cursa el primer grado en un seminternado en el área de San Justo; el centro escolar está relativamente cerca de la casa, mas no había ido sola, recorrido que tuvo que hacer porque su padre está fuera de la provincia; su hermana mayor, que cursa el séptimo grado, se va más temprano que ella; la vecina que ella adora y quien la ha acompañado tantas veces no estaba, y yo, debido a un compromiso importante, tampoco podía llevarla.

No tuve otra alternativa que conversar con ella y explicarle los porqués debía irse sola.

Ella entendió, al menos eso me dijo y parecía tranquila. Le pedí que se dejara acompañar por unos amiguitos del barrio, pero no aceptó.

Después de escuchar, una vez más, que no debía conversar con extraños ni aceptar obsequios de nadie ni siquiera conocidos, partió con su mochila llena de libretas, agua, merienda escolar y refuerzo para el almuerzo; afortunadamente debe seguir una calle recta por siete cuadras por la cual apenas hay tránsito.

Yo partí a cumplir con mi obligación, que logré a medias, pues aunque mi cuerpo estaba ahí, mi corazón se apretaba y mi mente seguía fija en la cara de Giselle que miraba el piso con tristeza mientras se dirigía, sin compañía, a su adorada escuela.

 

 

 

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

San Antonio de los Baños, donde el humor dio paso al dolor

Sin electricidad y sin acceso a la red de redes, así pasan los habitantes de…

  • Cancion del Dia
  • Mundo
  • Noticias
  • Segmentos

Mayra Andrade – Canción del día

La artista destacada de hoy es Mayra Andrade de Cabo Verde con la canción Tan…

  • Mundo
  • Noticias

Haití estrena presidencia colegiada de nueve miembros

De los 11,5 millones de habitantes en este país, unos 4,5 millones necesitan ayuda humanitaria…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.