El Pánico no trae nada bueno

Por Rosa Martínez

La historia a continuación ocurrió hace seis días cuando solo se habían confirmado los primero 4 casos del virus en Cuba [ahora hay 35 confirmados], y en las redes los cubanos pedían al Gobierno que este cerrara la entrada de extranjeros al país. Entonces, el coronavirus apenas mostraba sus primeras señales en la Isla, ahora el panorama es bien diferente.

Calle de Guantánamo. Foto: Reynaldo La O

HAVANA TIMES – Eran casi las 4 y 30 pm, del lunes 16 de marzo, cuando un gran grupo de personas -que esperábamos ansiosamente para trasladarnos al centro de la ciudad- subimos a la desbandada en el primer vehículo que llegó a nuestra desvencijada parada.

Antes de abordar, habíamos debatido acaloradamente sobre el asunto del momento: el COVID 19 y las posibilidades de que este invada nuestro territorio, de la misma manera que ha hecho en varios países. Hay que ser un tonto para creer que solo se quedará en los 4 casos positivos que hay hasta ahora.

Ya en el ómnibus, en el cual estábamos súper apretados, como ocurre siempre en los horarios picos en Cuba, mis compañeros de parada parecían haberse olvidado de todo lo conversado durante la espera, esencialmente las principales medidas de seguridad para evitar el contagio por coronavirus.

Digo que parecen haberlo olvidado, porque no se podía estar más pegado cuerpo a cuerpo que en aquella pequeña guagua, de haber un enfermo entre nosotros, como los muchos que han desandado por el mundo contagiando sin saberlo, pues todos los que íbamos ahí muy pronto también los estaríamos.

¿Y por qué permanecías en la guagua en esas condiciones, se preguntarán los amigos lectores? Pues, les cuento que desde que monté me encontraba en la disyuntiva de si bajarme o no. Y ya había decido hacerlo en la próxima parada -sin importar lo lejos que estaba todavía de mi destino.

No lo hacía pensando en mí especialmente, ni siquiera en mis hijas (pues gracias a Dios -digo yo que a DIOS- con los niños, el COVID 19 es bastante benevolente según los estudios científicos, pues los menores de 17 años se contagian poco y si lo hacen, para ellos es una gripe común), en realidad, mi preocupación son mis padres, quienes ya tienen 70 y más años.

Sería muy triste que yo fuera la portadora de la muerte de mis padres; aunque fuera involuntariamente, no podría recuperarme jamás de ese golpe.

Ya faltaban unas pocas cuadras para mi parada; estaba decidida a escapar de aquella aglomeración a como diera lugar, cuando siento un escándalo tremendo.

El bullicio se debía a una fuerte discusión entre varias personas, pues le habían exigido a una señora – quien tosía constantemente- que por favor se bajara de la guagua, que si no sabía que así no se podía ir ni al trabajo ni a la escuela, mucho menos estar en colas o aglomeraciones.

Al principio se lo pidió amablemente un joven que se encontraba muy cerca de ella; a decir verdad, si la guagua tiene medio, la mujer estaba en medio de esta. Pero al pedido del joven se sumaron varias personas, y lo que al principio fue un llamado de entendimiento -lo entendí entonces- luego se convirtió en un ataque de guerra -después me opuse.

De sentir pánico por que la señora podía ser portadora del coronavirus, pasaron a la furia, ya que, aunque la aludida lloraba desconsoladamente, hacía caso omiso a las palabrotas y ofensas y continuaba en su lugar, como aferrada a no sé qué.

La rabia que sentí por los desmedidos ataques me dio fuerzas para arremeter contra todos, a fin de cuentas, no sería la primera vez que iría contra parte del mundo, eso me ha pasado cantidad de veces.

Suficienteeeeeeeeee, grité. Como imaginarán, si no gritaba no sería escuchada.

Está bueno ya, seguí -por supuesto hablando alto y claro-, no ven que no conseguirán nada con molestarse u ofender a la señora. Déjenla tranquila de una buena vez, ella se bajará conmigo en la próxima parada, pero ni un grito u ofensa más, ¿ok?

No encuentro palabras para explicar lo que sucedió a continuación. Creo que nunca me sentí tan escuchada, mucho menos respetada. Hubo un silencio increíble; unos minutos después me bajé del ómnibus y la señora me siguió obedientemente, y todavía ni sé por qué lo hizo.

Cuando estuve en la acera dije más alto aún que antes: “Hace falta que ese mismo coraje que tuvieron con esta señora, lo tengan con las autoridades del país; que ese mismo valor lo usen para ir en contra de que el Gobierno mantenga las fronteras abiertas de par en par”.

Increíblemente, nadie me respondió, el silencio continuó, y la guagua arrancó…

 

Rosa Martínez

Rosa Martínez: Soy una colaboradora más de Havana Times, profesora universitaria y madre de dos niñas bellas y malcriadas que son mi mayor felicidad. Mis grandes pasiones son leer y escribir y gracias a HT puedo cumplir con la segunda. Espero que mis escritos contribuyan a tener una Cuba más inclusiva más justa. Espero que algún día pueda mostrar mi rostro junto a cada uno de mis posts, sin temor a que me llamen traidora, porque no lo soy.

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3 thoughts on “El Pánico no trae nada bueno

  • usted no es traidora, usted es valiente.

  • Gracias, Yamil, quisiera creer q soy un poco valiente, pero el solo hecho de no mostrar mi rostro demuestra q no lo soy.
    Saludos

  • Sí, eres muy valiente, con un código moral fuerte. Estos no son los cubanos que he llegado a conocer. Saludos y buena salud desde Irlanda.

Comentarios cerrados.