De que los hay, los hay
Rosa Martinez
HAVANA TIMES, 16 oct. — El día prometía ser tranquilo. El sol estaba radiante como no se veía desde que comenzaron las lluvias aquí en el Oriente.
Tania se levantó animadísima, se vistió muy rápido para ir a la biblioteca antes de entrar a clases, pero su hermanito la detuvo antes de irse y le rompió el libro de la asignatura El mundo en que Vivimos, su predilecta.
Se embromó la cosa -dije yo.
Tania le dio tremendo grito y Tonito, que solo tiene dos años, se asustó y se puso a llorar.
Íbamos todos de salida cuando mi esposo le preguntó a mi mamá por una pinza que necesitaba, pero nadie sabía dónde estaba.
Estos niños lo cogen todo, ya no sé donde voy a poner las cosas, dijo molesto.
¡Bueno, bueno! Se está complicando la mañana, pensé.
Finalmente salí de casa con la sonrisa que me caracteriza y fui para la parada, afortunadamente tenemos quien lleve los niños a la escuela y al círculo. En la parada esperaba por una guagua, un coche o un ¿avión? para ir al trabajo cuando se produjo un incidente desagradable.
Un joven pasajero ofendió a un cochero, no sé por qué. Lo insultó y se le lanzó arriba con la intención de golpearlo. El cochero, un hombre de unos 50 años, apenas le hacía caso, pero cuando vio que el intruso se acercaba sacó un cuchillo enorme. El pasajero lo pensó mejor y volvió sobre sus pasos, afortunadamente todo quedó ahí.
Los curiosos que ya llenaban el lugar se fueron y quedamos solamente los interesados en viajar.
Unos minutos después me monté en una cómoda, pero repleta guagua. Al final, una señora le pide parada al chofer.
Pero hace solo tres cuadras que paré -dijo el chofer molesto- ¿por qué no se bajó?
No me bajé porque me quedo aquí, no a tres cuadras, ¿qué te pasa a ti? -ripostó la señora, gritando. Yo pagué mi peso, me quedo donde me dé la gana, prosiguió.
El chofer le dijo Bruja, Vieja loca, y no sé cuántas cosas más, pero finalmente paró.
La mujer se bajó, no sin antes gritarle -¡Negrón!
Al fin llegué a mi trabajo. Apenas entro al departamento mi jefa me dice con tono agresivo- ¿por qué llegas tarde?
No me dejó hablar, inmediatamente me dijo -Olvídalo, discúlpame, es que he tenido un comienzo del día terrible. Mi mamá amaneció peleando por gusto, mi marido no me esperó, ¿para qué contarte?
Yo me dirigí a mi buró y me dije, ay, mija, ¡deja que yo te cuente!