Confesión de una madre cubana

Rosa Martinez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Fernanda es una de las buenas amigas que tengo en la universidad, y aunque es muy joven tenemos mucho en común.

Cuando la miro, me veo a mí misma hace unos 10 o 12 años, y no solo por su cabellera larga y riza igual que la mía, ni por la sonrisa siempre a flor de labio.

No entiendo algunas cosas que hace Fernanda, pero la apoyo siempre y la ayudo de la mejor manera posible. Ella siempre está diciendo que me admira por lo luchadora que soy, pero también me critica porque cree que me sacrifico demasiado.

Ayer fue un día de esos en que me interrumpió en mis reflexiones y me dijo: “No sé de dónde sacas fuerzas para trabajar tanto.”

Soy profesora en la Universidad de Guantánamo, tengo otro contrato  dando clases de Gramática, escribo para Havana Times,  vendo refrescos en casa, además del trabajo hogareño, que no es poco.

“Eres maga Rosa, me dijo, no sé cómo te las arreglas para hacer tantas cosas. Yo solo me dedico a las clases de la universidad y siento que el tiempo no me alcanza para dedicarme a mí misma.

No sé para qué coges tanta lucha, agrega, si total siempre estamos en la misma, por más que luchas y luchas uno siempre está sin un centavo, ¿no es así? Continuó sin dejarme articular palabra alguna.”

No le pareció bastante todo lo dicho y agregó: “Estoy cansada de trabajar tanto para 25 CUC, me paso el mes entero preparando clases, aguantando las malacrianzas de los estudiantes y la pedantería de nuestro jefe, realmente no sé cómo puedes seguir trabajando cuando llegas a la casa. Yo llego muerta,  agregó.

Finalmente sentí que tenía oportunidad de explicarle.

Pude contestarle que disfruto trabajar y que no soporto estar sin hacer nada, pero pensaría que estoy loca, la mayoría de los cubanos creen que a nadie le gusta trabajar, que la gente solo lo hace por el dinero, no por el amor a la profesión, mejor no darle esa respuesta.

Quizás la convencería con la idea de que el trabajo ennoblece al hombre y que solo trabajando el hombre puede lograr lo que desea. Me respondería que eso no es cierto, pues ella ya lleva tres años de trabajo y todavía no logra comprarse un buen reloj con su salario.

Podría convencerla aludiendo que debo poner en práctica mis conocimientos, sino los olvido, pero prefiero ser más realista y uso el único argumento que sé que la convencerá.

Cuando tengas un hijo y te diga desesperado: Mamá tengo hambre, y sepas bien que dos salarios no te alcanzan para satisfacer ese pedido, entonces Fernanda,  entonces sabrás de dónde salen mis fuerzas.

 

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