Acoso también es violencia

Rosa Martínez

Foto: Reynaldo la O

HAVANA TIMES – Yani, así conoce todo el vecindario a una de las chicas más bellas de todos los alrededores.

Su nombre verdadero casi nadie lo recuerda, yo sí porque somos muy cercanas, es una de mis primitas más queridas.

En lo que sí todos coinciden es que esa morena de 18 años, alta, cabellera riza y larga, ojos color miel, cuerpo de cintura estrecha y largas piernas – mulata de pura cepa- podría inspirar a cualquier poeta, no solo por su belleza, sino por su sensualidad. 

Caminas como una diosa, le dijo un hombre mucho mayor que ella, que encontramos en un recorrido por la ciudad, que por esos días estaba de carnaval.

No era la primera vez que desandábamos juntas la capital guantanamera, pero había pasado mucho tiempo de la última vez, por eso me motivó la cantidad de piropos que recibió, y me molestaron sobremanera las groserías de otros tantos.

Es que mi primita creció de la noche a la mañana, y quizás por verla cada día, no me había percatado, hasta ese momento, que hace mucho dejó de ser una niña para convertirse en una linda mujer.

Ese día, mientras reíamos, conversábamos, compartíamos confidencias y travesuras, ella sufrió en carne propia el acoso de una cultura que no por ser cada vez más culta deja de ser cada más más grosera.

Uno la miró fijo, como queriendo comérsela con los ojos y le dijo: eres un bombón.

Mi primita dijo gracias sin mirarlo y siguió su camino, pero estoy segura que hubiera preferido escuchar un qué linda eres, o bella mujer…, pero eso nunca ocurrió.

Aunque no pensábamos demorar mucho en nuestro paseo, la noche nos sorprendió en una de las áreas más concurridas del carnaval guantanamero.

Y allí sí ocurrió algo completamente inesperado. Un hombre fuerte, de aspecto elegante, pero actuar extravagante, haló un brazo de mi primita y la apretó contra él manoseando sus nalgas que usaban un pantalón ceñido.

No soy persona de asustarse con facilidad, pero aquello me tomó desprevenida, y reaccioné con un pequeño grito.

En apenas dos segundos pasaron varias cosas por mi mente. ¿Sería un antiguo novio que se cree con derecho a hacer con ella lo que quiera?; ¿será una pandilla o qué?; ¿es un simple atracador o pervertido? En cualesquiera de los casos nadie tiene derecho a actuar de semejante manera…

Cuando reaccioné, creo que más rápido que mis pensamientos, e intenté atacar al atrevido, no hizo falta, mi niña pin-pan páfata, le dio una patada en el abdomen y se libró de las atrevidas manos.

El quedó perplejo y la moza volvió a atacar, y pum el hombre cayó. La dos salimos volando sin mirar ni para los lados.

Cuando logré observar de reojo hacia el lugar del desagradable suceso, vimos que otros dos hombres levantaban al agresor y le decían barbaridades, como compadre, te lo buscaste por atrevido.

Aminoramos la marcha… al parecer el peligro había quedado atrás, pero el temor no salía de mi cuerpo, mucho menos de mi mente. Durante varios días seguía pensando y recordando lo sucedido.

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