Trapos para Lucir, Trapos para llevar

Regina  Cano

Foto: Caridad

Desde los comienzos de mi aventura de reclamar los materiales para la reparación de las casas de Gofio en mi vecindario no dejo de hacerme una pregunta.

Y no sé cuan descabellada puede sonar para un igual en esta isla, porque existe la actitud por la gran mayoría de los capitalinos de estar lindos y oler bien, de vestir a la moda, poseer muchas  ropas y zapatos, equipos para escuchar música, para ver películas y hasta los más recientes celulares.

A estas personas se las ve a diario haciendo galas de su buena apariencia, siendo presumidos e intentando estar engalanados hasta con ropas no apropiadas para nuestro calor.

Habría que mirar dentro de la vida de alguno de ellos para descubrir que el servicio de agua no llega adecuadamente a sus casas o que estas tienen filtraciones por la lluvia en sus techos o las paredes y los balcones están rajados.

Uno camina por barrios como La Habana Vieja, Centro Habana, y por partes de barrios más privilegiados constructivamente, y se nota el desahucio de algunas viviendas.

Hace unos días Irina y yo hablábamos a propósito de este tema y sorprendidas intercambiábamos nuestros juicios al respecto.

Y gentes! Verdad que no lo entendemos, a pesar de ser nativas:

Cómo es posible que la gente tenga dinero para gastar en aquellas necesidades y que el lugar donde habitan día a día y donde se supone que reside su refugio, templo o reino -el lugar que te resguarda de los avatares diarios y convulsos de esta ciudad, no sea objeto de su atención para mejorarlo en algo?

Es usual escuchar decir que: “aquí se vive pendiente de los trapitos*, y la atención en la percha*, de cómo se luce*, del aparentar.”

Y es que el cubano no imagina la ansiada prosperidad o “vivir la vida” con zapatos y ropas de mucho uso, y por contrarrestar los síntomas que impone la carestía o “te vistes o comes, una de dos,” “la cosa no da pa’ más.”

A lo anterior se agrega que todo lo relacionado con la vivienda es demorado, lo mismo repararla que tener la propia.

No tener vivienda propia y estar obligado a permanecer en la casa de un familiar o de los padres, donde en ocasiones conviven 3 o incluso 4 generaciones, desalienta en gran medida la intención de vivir en mejores condiciones.

A esto se agrega la creencia de que “las cosas no van a cambiar.”

Y he aquí al comportamiento del cubano concentrado en su propio cuerpo, casa o templo que transporta a donde quiera que vaya y que siempre le responda como su cabeza dispone. Su única propiedad, el objeto sobre el que tiene el control o descontrol, pero su territorio al fin.

Así y todo no hay justificación que me convenza. La solidez de una vivienda queda como patrimonio de las siguientes generaciones, además de necesaria para el equilibrio físico, espiritual y sicológico que garantiza poder llevar a cabo planes futuros, y no el convencimiento de que un día te caerá el techo en la cabeza.

*Trapitos: refiere a la ropa.

*Percha: A la ropa de moda.

*Luce: Lucir: Palabra mal empleada en sustitución de parecer, aparentar

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