Cafeteria en el barrio
Regina Cano
Desde mi memoria infantil y la misma referencia en un cuento de “Manuel Cofiño”*, sobre el Café “El Madrid” –salvando las distancias-, no había vuelto a sentir lo que experimenté al visitar una Cafetería de uno de los Cuentapropistas de nueva generación cerca de mi casa.
Junto a su mujer –encargada de la cocina-, con la mejor de las sonrisas y un fondo material que incluía una plancha para bocaditos, pepinos y ajíes encurtidos, mostaza, mayonesa, pimienta y sal, mantequilla, aliños varios y la bendición del aire atravesando el pequeño espacio bajo los árboles, hecho de planchas de zinc y madera en la parte trasera de su casa –un apartamento de Microbrigada en Alamar- conformaba el entorno.
Venden comida muy ligera, frescas –del día- y con muy buen sabor. El lugar es ordenado y limpio.
La conversación comenzó porque después de probar el primer vaso de jugo de tamarindo le pedí un segundo y ahí aprovechó él para decirme: “Lo sabía!, que cuando probaras el primero, seguro que te tomabas el segundo. Eso, ya está probado aquí.”
Y seguimos conversando.
Me decía, que él no tiene prisas, que el principio de este tiempo de liberación del desempeño de ocupaciones como esta, tendrá una gran caída, y que lo que él y su mujer pretenden como meta primera es sobrevivir a la avalancha.
Saben que tendrán poca ganancia inicial, pero que cuando claudique la competencia, entonces vendrá el momento de estabilizar y ganar.
Que este inicio conlleva paciencia y que siendo abastecido por las frutas sembradas en patios de familias, garantizan un costo menor para jugos y refrescos; uno de los renglones más necesarios para el consumidor, por el calor –Alamar es como un gran campo abierto, con pocos lugares donde guarecerse.
Me dice que no se desalienta fácilmente y que si los demás no lo pensaron bien, él sí.
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Notas: *Manuel Cofiño: Escritor cubano fallecido.