Mascotas en Cuba

Regina Cano

foto: Caridad

La primera reacción de mi amiga y yo al salir de su casa fue horrorizarnos ante la vista de un gato destripado en la calle.

El gato, obviamente aplastado por algún camión, ofrecía la vista repugnante y lastimosa de quien no gozaba de la misericordia humana de ser recogido y apartado de los subsiguientes aplastamientos.

Tristemente nos quedamos conversando sobre lo poco popular que es el gato en Cuba y lo indolente que se comportan los choferes, y en general la población con respecto a este animal que en alguna medida mantiene el equilibrio ecológico en los barrios y casas.

El adoptar una mascota e intentar ser responsables por ella, es de lo más común entre humanos y el cubano no queda exento de este hábito.

Aunque en ocasiones no conozca totalmente la naturaleza del animal, el hombre se arriesga siempre a poseerlo para disfrutar su compañía, con la atribución que se confiere el creído dominante entre las especies que habitan el planeta.

En este país la preferencia la ganan los perros; les siguen  otros animales que se adoptan por placer, necesidad, superstición o religión, donde los  gatos; menos famosos; ocupan un número avanzado en la lista de preferencias.

A los gatos se les cree “desagradecidos,” por cerrar los ojos al comer, lo cual realmente demuestra placer y “traicioneros” porque su buen olfato e instinto los conduce a apropiarse de aquello que los tienta cuando tienen hambre.

Quién no conoce lo que provoca en un gato el olor a pescado u otra carne, más si las dejamos al alcance de sus garras y dientes. Cómo culpar al animal por responder al impulso que la naturaleza le otorgó.

Los gatos, criaturas bellas, elegantes, atléticas y buenos acróbatas, no se domestican como otros animales, no se poseen, ellos conviven contigo y les pertenecen espacios dentro de la casa que también sienten su territorio y los reclaman activamente.

Enigmáticos, por mantener esa distancia de especie diferente que hace que pasen de fieros cazadores a ronroneantes perezosos. No les gustan los ruidos estridentes, ni los movimientos bruscos.

foto: Caridad

La experiencia de compartir la vida con un gato da la oportunidad de conocer y aprender de su instinto natural, mostrándonos la libertad que posee la naturaleza.

El perro por el contrario se ha adaptado más a la vida del hombre y este lo ha hecho su compañero desde tiempos inmemorables, llamándolo su más fiel y mejor amigo.

Por mucho tiempo escuché decir, más que ahora: “ellos se llevan como perro y gato,” para referirse a una pareja que no se entendía y pasaba gran parte del tiempo discutiendo o para definir actuaciones parecidas en relaciones intrafamiliares.

Por supuesto esto es la  interpretación humana por el rechazo inicial y natural de dos especies que viven dentro de las fuerzas de hábitos y comportamientos sociales y que son trasmitidos a los animales por los humanos.

Porque cuántos no hemos visto a perros y gatos compartir el mismo techo sin ningún problema y no como nosotros que tratamos con violencia mal intencionada o irracional casi todo lo que tocamos.

Regina Cano

Regina Cano:Nací y he vivido durante toda mi vida en La Habana, Cuba, la isla de la que no he salido aún y a la cual amo. Vine a esta realidad un 9 de Septiembre. Mis padres escogieron mi nombre por superstición, pero mi madre me crió fuera de la religión que profesaba su familia. Estudié Contabilidad y Finanzas en La Universidad de La Habana, profesión que no desempeño por ahora y que decidí cambiar por hacer artesanías, algo de cerámica y estudiar un poco sobre pintura e Inglés. Ah! Sobre la foto; me identifico con los preceptos Rastafari, pero no soy una de ellos, solo tengo este gorro que uso de vez en cuando, pero les aseguro que no tenía una foto mejor.