Inspectores en los barrios (lléname el bolsillo o no resuelves)

Regina Cano

Alamar

La señora lleva 17 años viviendo en el lugar y hace 7 que remodeló el balcón, poniendo rejas y cristales, que lo convierten así en un espacio interior de su vivienda.

Un buen día de este doloroso 2010, llegó a su casa un muchacho con carné de inspector y le dice que va a ponerle una multa* por romper con el ornato público, en fin, el diseño barrial que desgraciadamente tiene Alamar*, donde la casa de uno parece multiplicada por mil.

Bueno es referir, que de 63 apartamentos que componen este edificio,12 de ellos están remodelados de una manera parecida y ninguno de los otros vecinos recibió una visita por este motivo.

Sin embargo esta persona me refiere que hace 2 años vive fuera de Cuba, en Italia y esto hace suponer a todos que tiene “dinerito.” De lo anterior se desprende que el muchacho en cuestión esperaba el consabido pago de la “culpa permutada por derecho” –soborno- que es lo mismo que decir: “o me pagas o le pagas al Estado más de lo que me pagarías a mí o te buscas un problema, que pa´ que te cuento!”, por lo cual no le importó subir los cuatro pisos a buscar un premio.

Así las cosas, la mujer se negó a que le impusieran dicha multa y se dirigió a la oficina a la cual pertenece el inspector.

En esta visita supo de boca de la persona a cargo, que al tal inspector no le correspondía ejercer en dicha zona, tampoco ponerle una multa a la mujer y por último que la inspectora de esa área esperaba por él en la esquina (cómplice?), mientras él lograba “engañar” con la treta a la señora, que de no haber “estado a la viva” pierde su dinero.

Es una pena que la honestidad haya huído de la conciencia de ciertos individuos, que continúan aprovechándose de la oportunidad que sus posiciones de pequeño poder les confiere, para abusar de quienes buscan maneras de solucionar la necesidad de espacios o estética habitacionales, lo cual aún puede empeorar como consecuencia de las futuras relaciones a establecerse.

Notas:

Multa: Usual pago al “cash” por infringir la ley, donde la persona autorizada la impone y el ciudadano la paga en una oficina con este fin.

Alamar: Barrio citadino, a 7 u 8 kilómetros del Centro, hecho de edificios iguales.


Regina Cano

Regina Cano:Nací y he vivido durante toda mi vida en La Habana, Cuba, la isla de la que no he salido aún y a la cual amo. Vine a esta realidad un 9 de Septiembre. Mis padres escogieron mi nombre por superstición, pero mi madre me crió fuera de la religión que profesaba su familia. Estudié Contabilidad y Finanzas en La Universidad de La Habana, profesión que no desempeño por ahora y que decidí cambiar por hacer artesanías, algo de cerámica y estudiar un poco sobre pintura e Inglés. Ah! Sobre la foto; me identifico con los preceptos Rastafari, pero no soy una de ellos, solo tengo este gorro que uso de vez en cuando, pero les aseguro que no tenía una foto mejor.

One thought on “Inspectores en los barrios (lléname el bolsillo o no resuelves)

  • VADE RETRO INSPECTOR….. ABRE LA MURALLA SILVIO:

    Invitación — por Silvio Rodriguez

    Creo que la Revolución Cubana dignificó a nuestro país y a los
    cubanos. Y que el Gobierno Revolucionario ha sido el mejor gobierno de
    nuestra Historia.

    Sí: antes de la Revolución La Habana estaba mucho más pintada, los
    baches eran raros y uno caminaba calles y calles de tiendas llenas e
    iluminadas. Pero ¿quiénes compraban en aquellas tiendas? ¿Quiénes
    podían caminar con verdadera libertad por aquellas calles? Por
    supuesto, los que «tenían con qué» en sus bolsillos. Los demás, a ver
    vidrieras y a soñar, como mi madre, como nuestra familia, como la
    mayoría de las familias cubanas. Por aquellas avenidas fabulosas sólo
    se paseaban los “ciudadanos respetables”, bien considerados en primer
    lugar por su aspecto. Los harapientos, los mendigos, casi todos
    negros, tenían que hacer rodeos, porque cuando un policía los veía en
    alguna calle “decente”, a palos los sacaban de allí.

    Esto lo vi con mis propios ojos de niño de 7 u 8 años y lo estuve
    viendo hasta que cumplí 12, cuando triunfó la Revolución.

    En la esquina de mi casa había dos bares, en uno de ellos, a veces, en
    vez de cenar, nos tomábamos un batido. En varias ocasiones pasaron
    marines, cayéndose de borrachos, buscando prostitutas y metiéndose con
    las mujeres del barrio. A un joven vecino nuestro, que salió a
    defender a su hermana, lo tiraron al suelo, y cuando llegó la policía
    ¿con quién creen que cargaron? ¿Con los abusadores? Pues no. A patadas
    por los fondillos se llevaron a aquel joven universitario que,
    lógicamente, después se destacaba en las tánganas estudiantiles.

    Ahí están las fotos de un marine meando, sentado en la cabeza de la
    estatua de Martí, en el Parque Central de nuestra Capital.

    Eso era Cuba, antes del 59. Al menos así eran las calles de la
    Centrohabana que yo viví a diario, las del barrio de San Leopoldo,
    colindante con Dragones y Cayo Hueso. Ahora están destruidas, me
    desgarra pasar por allí porque es como ver las ruinas de mi propia
    infancia. Lo canto en “Trovador antiguo”. ¿Cómo pudimos llegar a
    semejante deterioro? Por muchas razones. Mucha culpa nuestra por no
    haber visto los árboles, embelesados con el bosque, pero culpa también
    de los que quieren que regresen los marines a vejar la cabeza de Martí.

    Estoy de acuerdo en revertir los errores, en desterrar el
    autoritarismo y en construir una democracia socialista…

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