Quiero escribir de cosas buenas

Erasmo Calzadilla

Cuban university students.  Photo: Caridad
Estudiantes universitarios cubanos, foto: Caridad

Observando el conjunto de mis diarios no es difícil percatarse de que pesan más las críticas que los halagos sobre diversos temas nacionales, sobre todo en el ámbito político y sociocultural.  Como ello puede llevar a pensar que todo lo veo mal, quiero en esta página de mi blog aprovechar para aclarar un poco mi posición política.

No es menos cierto de que estoy como amargado de vivir en un régimen opresivo y paternalista, que quiere controlarlo todo y quita al pueblo las posibilidades de desarrollarse como protagonista de su propia vida, así lo veo.

Pero no desconozco que en otros muchos lugares, incluso tan cerca como a 90 millas, las libertades suelen ser también ilusorias, y otras cuestiones vienen a agravar la situación.

Por eso cuando diatribo contra lo que considero mal en mi entorno, no lo hago con los ojos puestos en el capitalismo como ideal, sino pensando en una sociedad donde se haga real la participación de las mujeres y hombres en la elección y puesta en práctica del modo de vida que quieren darse, aun sabiendo lo lejos que estamos de ello.

Aunque pareciese a primera vista que todo lo hallo mal por acá, una observación más atenta descubriría que nunca he tratado de pobreza extrema, de niños desnutridos, de crimen organizado, de pandillerismo, de desatención a los más necesitados.

Y si no hablo de eso no es porque no existan esos males aquí, sino por que considero que su proporción es mucho menor con respecto a otras regiones del orbe, y eso lo considero verdaderamente un logro, algo como para quitarse el sombrero y darse con un canto en el pecho.

¿Pero un logro de quien?

No me gusta ni usar la palabra Revolución, por lo abstracta, así que prefiero verlo como un logro de la gente de Cuba que se fue cansando de vivir en la miseria y la humillación, que fue ganando fe en sí misma y emprendió poco a poco el cambio, a base de sudor y sangre.

Y de verdad que me sentiría muy muy triste si ese mismo pueblo, gracias a una propaganda infame, permitiese que alguien se eche como propio el mérito de lo logrado, arrebatándole así la confianza en sí mismo tan duramente alcanzada.