Mi nueva realidad
Por Pedro Pablo Morejón
HAVANA TIMES – Los pasajeros aplaudieron cuando el avión aterrizó, supongo que muchos sentían miedo, sobre todo porque al salir de la Habana nos leen todo un protocolo de auxilios en caso de accidente.
Al ingresar al aeropuerto nos formaron en tres filas: ciudadanos, residentes y patrocinados por parole humanitario. Me esperaba el último paso para ser admitido en Los Estados Unidos.
Éramos alrededor de 40 personas, todos ansiosos esperando en un salón para ser llamados. En esos momentos, los oficiales de inmigración significaban algo así como dioses todopoderosos que podían decidir tu destino.
«Pedro Pablo Morejón» escuché la voz que me llamaba en el español típico de los angloparlantes. Ya era de los últimos. Avancé hacia la taquilla y me recibió un oficial sonriente. Apenas hizo preguntas, revisó la documentación, tomó mis huellas dactilares, consultó algo con un colega, ambos conversaban al tiempo que me dirigían miradas, al rato se acercó, me extendió un documento y me dijo Welcome Pedro.
Salí del salón para recoger mi equipaje. Un grupo rodaba sobre una estera, pero el mío no aparecía. Me empecé a estresar hasta que se me ocurrió la idea de caminar hacia otra área y allí lo encontré.
Después no supe qué hacer, mi móvil no se conectaba al wifi del aeropuerto, seguí a un grupo de recién llegados, tomamos un elevador y abordamos un tren que nos llevó a un amplio recibidor.
«¿Do you speak spanish?», le pregunté a un señor que resultó ser cubano, muy amable, llamé desde su móvil y en 10 minutos mi anfitrión vino a recogerme.
Fue una noche demasiado cargada. Me llevó a un restaurante, del que apenas comí, no tenía hambre, me sentía como el personaje de un video juego, todo me parecía tan irreal, lo único verdadero fueron las videollamadas con mi mujer y mi hija.
Verdadero y emotivo. Sobre todo, con mi hija y el hecho de saber que estaba ahí tras una pantalla, sin poder abrazarla, sabiendo que no la veré en mucho tiempo.
Llegamos al que sería mi nuevo hogar, un apartamento ubicado en un condominio al Noroeste de la ciudad. Esa noche apenas pude dormir, a la mañana siguiente me levanté para recorrer el sitio y a partir de entonces comencé a procesar la idea de que sí, estaba nada más y nada menos que en Los Estados Unidos de América.
«Allí empezó la dura realidad, de todo el que se tira a la maroma de sobrevivir fuera de su idioma, de sus costumbres y su identidad»
La frase, que forma parte de una canción de Willy Chirino, comenzó a tener verdadero sentido para mí.
Sobre todo, porque no estaba en Miami, donde la comunidad cubana y latina es mayoritaria y el idioma castellano es el más usado.
Me encuentro en una ciudad del estado de Florida, pero donde la población hispana, aún en crecimiento, apenas rebasa el 25%.
A pesar de esos inconvenientes me gusta este país, donde convive en total armonía el orden con la libertad, este país con espacios individuales, personas educadas, calles limpias y bien pavimentadas, mercados abundantes de productos y respeto por los animales.
Un contraste total, cuya realidad todavía me encuentro asimilando.
Me alegro saber que has escapado, respecto al idioma, alégrate de que hayan pocos hispanos porque es fundamental aprender inglés, ese será tu país para siempre. Aprende inglés lo antes posible, lo necesitarás para prosperar y para la nacionalidad en el futuro.
Tus crónicas serán muy interesantes para conocer el proceso de un beneficiario del parole.
Suerte!!!!
Felicidades Pedro! Con tu actitud positiva seguro te vas a adaptar a tantos cambios por delante. Los Estados Unidos no son perfectos, pero tienen muchas cosas buenas que ofrecer, principalmente la libertad de acción y decisiones a tomar. Bienvenido!