Malos y buenos pensamientos frente al lago

HAVANA TIMES – Estoy sentado frente al lago donde vivo. Una familia se acerca. La niña debe tener unos cuatro años, me mira y sonríe con la ingenuidad propia de su edad, detrás vienen los padres, todos rubios, caucásicos, típicos anglosajones.
«Good morning», me dicen, porque los americanos son así, educados. Y se alejan sin preocupación, quizás felices, o al menos son las apariencias.
Al contrario de mí, que casi no puedo disfrutar este domingo de sosiego. Mi mente viaja hacia Cuba y empiezo a meditar por qué estoy aquí, en un país que no es el mío.
Yo, al igual que muchos cubanos no encontramos tierra firme en estos lares. Tenemos los pies sobre el mar. No tenemos patria.
Una patria es como esa tierra, entorno, sociedad, como queramos llamarle, donde uno trabaja, sueña y tiene esperanzas de futuro mientras disfruta de un presente donde se siente estar en el lugar correcto, natural.
Los cubanos de las dos orillas carecemos de eso. Por desgracia, un grupito de delincuentes liderados por un psicópata, ladrón, manipulador y asesino nos robó la patria y se dedicaron a destruirla para beneficio propio.
Los que tuvimos la oportunidad de salir lo hemos hecho huyendo, aunque muchos no parecen comprenderlo.
Y los Estados Unidos de América durante más de 60 años han jugado el rol de un vecino próspero y generoso que te dice: «Ok, te daré refugio en mi patio, ahí, en el cuartico de reguero, hasta que puedas tener una habitación mejor en mi mansión, como mis hijos”.
Mientras, para eso, hay que trabajar como un demente. En mi caso lo hago en la construcción. Los días transcurren allí.
Me levanto a las 5:00 de la madrugada. Un cubano me recoge a los 30 minutos y me traslada en su auto durante más de una hora hasta llegar al trabajo y comenzar sobre las 7:30.

En el regreso, después de las 5:00 de la tarde, nuevamente recorremos la distancia de 80 km hasta la ciudad, sortear el tráfico que a esas horas se hace insoportable y llegar sobre las 7:00.
Así transcurre la semana, trabajando duro, cargando madera, latas de pintura, paquetes de metales, botando basura y otras actividades que me dejan exhausto y apenas dispongo de otro tiempo que no sea bañarme, comer y dormir. La mitad de las veces puedo entrenar durante media hora tras un esfuerzo de la voluntad.
Mis estudios no sirvieron de mucho y la literatura ha sido cerrada hasta nuevo aviso. Ahora existen otras prioridades.
Por suerte me puede servir de algo. Un curso de unos meses me permitirá un puesto como Paralegal, que para el Derecho puede ser algo como un paramédico para la Medicina.
Un curso que cuesta unos miles que necesitaré ir ahorrando después del pago de renta, comida, agua, electricidad, internet y otras necesidades, además de enviar algo para mí hija.
Un trabajo que sería algo mejor que consumir la vida en aquel sitio que solo me deja el domingo para vivir y que, por supuesto, es temporal y que la mayoría de los americanos no hacen. Todos somos latinos allí. Cubanos, nicaragüenses, mexicanos, etc.
A propósito, me confunden con un gringo por mi estatura y piel clara hasta que les aclaro que soy cubano, sin embargo, me gusta la confusión, solo porque me hace sentir que sí, que voy a salir adelante en este gran país que nunca será mío.
Adelante Pedro Pablo! Antes de gastar dinero en cursos tienes que tienes la certeza de que te será útil. Tienes que dominar el inglés para hacer trabajo de oficina. No veas canales de TV en español, en el viaje al trabajo aprovecha esa tiempo y escucha clases de inglés. No te preocupes, todos prosperan con el tiempo. Suerte.
Gracias Tito , por sus palabras y por seguir mis diarios.