El Enano

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Me levanté esa mañana listo para emprender el día. De afuera llegaba el ruido del agua cayendo desde mi tanque elevado. “Qué raro” -pensé, porque no acostumbro a dejar la llave de paso abierta. Abrí la puerta que da al patio trasero y me encontré una laguna y lo peor de todo: la tubería rota por dos partes. Algo extraño que hasta hoy no puedo desentrañar.

Intenté en vano detener aquello pero era imposible. El tanque se vació a las pocas horas y pude obstruir la otra avería procedente de la calle con un tapón de madera.

Se me ocurrió que con par de pedazos de tubos afines podría solucionar el problema pero no tenía ni tubos ni herramientas ni la experiencia para ese trabajo.

Los planes se frustraron y la tarea ahora, sin agua en casa, debía ser buscar un plomero. “Ve para La Comuna y pregunta por El Enano” -me sugirió la vecina ponderando las capacidades del señor para este tipo de asunto.

Ya era casi el mediodía y por suerte pude llenar algunos depósitos. Me preparé el almuerzo y bajo el sol abrasador salí en busca del hombre. La Comuna es un barrio al final del pueblo, a dos kilómetros de donde vivo. Con la piel ardiendo y el sudor brotando de la frente llegué al sitio y comencé a preguntar.

Desde un portal me llamaron y para mi sorpresa era una ex compañera de los tiempos del pre (Preuniversitario). Apenas la reconocí por sus facciones. El tiempo deja huellas. Yo mismo me recuerdo en aquella época delgadito, con rostro angelical y pelo castaño. Hoy soy un hombre lleno de canas prematuras y con una apariencia involuntariamente arrogante. Ella dejó de ser la muchacha de cuerpo estilo Barby , ahora tiene pelo corto y algo de sobrepeso. Por lo demás, la misma de siempre, conversadora y agradable.

Me invitó a pasar y acepté. No estaba mal sentarme a la sombra mientras me enteraba que era vecina del plomero.  Al saber que no se encontraba me disponía a irme y regresar en la noche pero me brindó café y nos involucramos en una charla insustancial tipo cuéntame de tu vida que yo te cuento la mía.

El cuasi monólogo culminó con el Enano. Es un buen hombre que más que plomería sabe hacer de todo. Trabajos de electricidad, albañilería…  y además, según ella, una gran persona con mala suerte.

Tras años casado con una mujer, arreglar su casa y criarle un hijo, terminó cambiado por otro, abandonado, y en un cuartucho para empezar de cero.

Como el hombre no tiene teléfono prometió darle mi recado e incluso llamarme para que hablara con él. Le di mi número y en efecto, por la noche pude hablar con El Enano .

Era fin de semana y no paraba de trabajar, demasiados compromisos pero conoció a mi mamá y resulta que fue quien hizo la instalación del agua en la casa, asegurándome que en la mañana del jueves vendría y que no me preocupara que eso estaba “matao”.

Mientras, iría resolviendo con él agua depositada. Llegó el jueves y a las 8:00 de la mañana tocaron la puerta. Al abrir me encontré a un hombre de baja estatura, calvicie pronunciada y surcos en el rostro. Un hombre trabajado por la vida con una mirada que interpreté honrada. Me cayó bien a primera vista.

Me sorprendió su visita que no por esperada creía segura. Hace miles de años los contratos se formalizaban con la palabra. La sola manifestación de las voluntades concordantes vinculaba a las partes. Con el tiempo los contratos importantes exigen el requisito formal de la escritura, como evidencia que la palabra de los hombres es pura paja sin valor. Yo mismo no creo en la palabra de nadie pero la antigua compañera y este hombre demuestran ser excepciones a la regla.

Le brindé algo de desayuno que no aceptó y de inmediato puso manos a la obra. Al parecer había venido con todo y en solo 20 minutos puso y enroscó dos tubos en medio del aguacero que le caía de las tuberías. Al preguntarle el precio me dijo: “dame 100 pesos”.

Me quedé otra vez sorprendido, esperaba, con toda razón, mucho más. Por los dos pedazos de tubos que trajo, por su mano de obra, por sus conocimientos, por lo poco que vale el dinero en estos momentos, por todo eso cobrarme 100 pesos me pareció un regalo de su trabajo.

Le di 200 que me seguían pareciendo nada. Tomó sus herramientas y estrechando mi mano me dijo: “ya sabes, cualquier cosa estamos aquí”.

Y mientras se alejaba pensé que más que 200 tristes pesos El Enano, sin saberlo, se ha ganado un amigo.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

3 thoughts on “El Enano

  • Sorprende la bondad de la gente aún, a pesar de las penurias que nos cercan. Da gracias al enano y a Dios que pudiste resolver tu problema.

  • Quedan personas buenas en este mundo Irina. Son pocas pero quedan. Lamentablemente cada día son menos en esta sociedad de sálvese quien pueda porque la gente abusa de quienes son así.

  • y quedan gente con un corazon de oro en esa selva salveseQuienPueda que nos fabricaron los malditos de Biran, increible!

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