Una cubana perdida en La Habana
Por Paula Henríquez
HAVANA TIMES – A menudo me siento perdida. Sí… perdida. Mientras me doy cuenta de lo que siento, no puedo evitar pensar en la definición de esta palabra: “Perdido es un concepto que proviene de perder. Este verbo puede referirse a no encontrar algo que se tenía; a no obtener lo que uno espera; a derrochar o despilfarrar alguna cosa; o a provocar un perjuicio en un objeto”. Otra definición dice: “Que no tiene o no lleva destino determinado. Unido a ciertos adjetivos, se utiliza para aumentar y reforzar el sentido de estos. Esa última definición es la que más se apega a mis sentimientos.
Cuando digo que me siento perdida, no me refiero al sentido geográfico. Desde ese punto de vista no me pierdo con facilidad porque, como dice el dicho, preguntando se llega a Roma. Me siento perdida porque no veo un camino claro, no veo ni siquiera la luz de una vela al final de un túnel largo y oscuro, el más largo y oscuro que puedan imaginar.
Me siento perdida porque no tengo muy claras mis metas, no porque me falte determinación o porque no sepa lo que quiero. Yo sí tengo muy claro lo que quiero, lo que deseo para mi familia, para los míos. Mis metas no están claras porque la incertidumbre acecha constantemente, porque por más que uno intente cambiar ese estado, este persiste y termina ganando la batalla. No ha ganado la guerra aún, la guerra no se acaba mientras haya vida y habiendo vida quedan muchas batallas por librar todavía.
Cada día que pasa me convenzo más de que no va quedando otra salida que la de alejarse. Pero, ¿cómo te alejas de todo y de todos? ¿cómo comienzas de nuevo? ¿cómo consigues los medios para alejarte? Sí, porque la cuestión no es simplemente decidir alejarte, sino cómo hacerlo.
Muchos piensan que alejarte es hacerlo y ya, muchos dicen que a los que no lo hemos hecho nos falta determinación y resulta que no es tan fácil como decirlo o pensarlo. Para alejarse hay que contar con algunos elementos no tan accesibles para todos. Teniéndolos, llega lo demás. Alejarse de todo lo conocido y de todos los conocidos parece ser la solución más inmediata para los que están perdidos, como yo.
Lo que más me aterra es que se pierda mi hija. No quiero que le suceda eso. Ella aún no se da cuenta de que puede perderse muy fácilmente. Yo no dejo que se dé cuenta. Es muy duro sentirse perdido. Ella sueña con colores, arcoíris y unicornios y yo prefiero que ese mundo fantástico esté en ella todavía, aunque ya esté creciendo, aunque la realidad comienza a ser más y más evidente para su edad.
Me digo a mí misma que la fe y la esperanza han de permanecer intactas. Por suerte o por obra divina, (o las dos al mismo tiempo), así las conservo. Eso es muy importante para seguir, para continuar vagando a oscuras por el largo túnel.