Tu casa, mi casa, nuestra casa
Por Paula Henríquez
HAVANA TIMES – La familia es el pilar de la sociedad; está compuesta por dos personas que se quieren y de cuyo amor pueden nacer una tercera, una cuarta y en muchos casos algunas más.
La familia es el aliento de vida, es la que garantiza el futuro de la civilización y la que fortalece a las naciones del mundo. Si bien parece fuerte en concepto, suele ser muy frágil en la vida real, pues existen condiciones que pueden resquebrajarla hasta sus cimientos.
No me refiero solo a conflictos de desamores, de infertilidad u otros, sino específicamente a uno muy particular que aqueja a la población cubana desde hace mucho tiempo: el espacio, la privacidad y el derecho a la independencia. En resumen, la gran problemática de la vivienda.
Tener un lugar propio donde criar a los hijos, lejos de prejuicios y perjuicios es, quizás, el sueño de toda pareja joven que decide empezar su propia familia. Es por eso que los problemas de vivienda en mi país son de los que más preocupa a la población.
Sé de muchos que permanecen en casas declaradas inhabitables desde hace años. Sé de otros que pasan sus vidas enteras en hogares de “tránsito” o albergues, como suelen llamárseles. Esos sitios, en su mayoría, son antiguas posadas con condiciones deplorables, que lejos de ser temporales, como se dice en teoría, se convierten en hogares obligados.
También existen núcleos, como el nuestro, que conviven en casas familiares. Y es que es normal que en Cuba convivan varias generaciones bajo un mismo techo. Ya podrán imaginarse lo difícil que pueden ser no solo los problemas de espacio, sino también los de convivencia. En algunos casos se tornan insoportables y pueden acabar con la armonía de la joven relación.
Traer un hijo al mundo es, con diferencia, la bendición más grande que se pueda tener, pero también uno de los retos más difíciles, especialmente aquí. Nosotros, que somos tres por el momento y que tenemos en perspectiva una cuarta persona, compartimos una habitación de tres por dos metros y veinte centímetros.
Somos en total ocho personas conviviendo en una casa de dos habitaciones, con edades, ópticas y caracteres distintos. Se imaginarán que los mayores dan su opinión de cómo se deben hacer las cosas y a veces no se limitan solo a opinar, sino que tratan de imponer su voluntad. En fin… el asunto de la convivencia es bien delicado, sobre todo, cuando todos somos familia.
Esto tendría una fácil o relativamente fácil solución en cualquier otro país, pues un trabajador con ingresos regulares podría buscar un lugar donde rentarse, lo cual en Cuba es impensable.
No es que sea ilegal el arrendamiento de viviendas, el reglamento que regula esa actividad sí existe. Lo que sucede es que los locales son insuficientes y el precio nunca es el que se declara a la Oficina de Administración Tributaria (ONAT), sino mucho más alto.
Por supuesto que eso tiene una justificación, pero eso ya es otra historia. Conclusión: es como si no existiera esta alternativa para el trabajador promedio.
Otra de las opciones que podría funcionar es la de ampliar la casa familiar. ¿Recuerdan dije podría funcionar? Quizás en otro tiempo. Ahora mismo, tampoco es viable con la actual situación que vive el mundo y en particular Cuba.
No me refiero solo a los trámites o permisos que se exigen para hacer una modificación al inmueble, los cuales son muchísimos. Es que los materiales constructivos están casi extintos y los pocos que se encuentran son impagables. Así que estamos de vuelta al punto inicial una vez más.
Por eso no es de extrañar tantos conflictos familiares. El sueño de independencia está aún muy lejano para una gran mayoría de familias cubanas. Nada como poder compartir con nuestras parejas e hijos sin que otros juzguen nuestras decisiones o impongan las suyas creyendo que es lo mejor. Es, en definitiva, el simple deseo humano del libre albedrío.
La vivienda es el gran problema de la sociedad cubana, pues en una casa viven tres y más generaciones y eso hace que todas sufran la falta de privacidad, el espacio para desarrollar una vida plena, por esos y otros problemas surgen conflictos familiares