Papi, no me compres una Kalashnikov

Leonid Lopez

Mientras continúa la lucha contra las armas, otras aparecen mas sútiles acarariciando la sien con sus cañones. Las armas llevan el sello del capitalismo, el socialismo, el cristianismo y otros ismos más modernos.
Mientras continúa la lucha contra las armas, otras aparecen mas sútiles acarariciando la sien con sus cañones. Las armas llevan el sello del capitalismo, el socialismo, el cristianismo y otros ismos más modernos.

Yo viajo bastante con mi esposa. Son viajes cortos a ciudades cercanas dentro de Japón pero que oxigenan mucho. Una de las cosas que noté al poco tiempo de comenzar estos viajes fué que en el camino encontraba muchas personas de mas de 50 años.

En templos y montañas, santuarios y grandes parques encontré, en su mayoría, a ancianos armados de cámaras y cómodas ropas para escalar o andar grandes tramos. Entonces claro pensaba en los ancianos de Cuba y, en gran mayoría, sus caras tristes y sus pocas expectativas que terminan en ejercicios en los parques o los asilos depauperados.

Pero antes de emitir un juicio mas allá de la queja pregunté a mi mujer que por qué tantos ancianos y tan pocos jóvenes se veían disfrutar de las cosas bellas de Japón.  Después de 10 meses aquí entiendo la respuesta que me dió en aquellos primeros días.

Aquí la juventud parece que viviera como garantía de una vejez tranquila. Entonces la guía es el trabajo constante. Se piensa solo en trabajo, cómo tenerlo, cómo conservarlo, cómo quedar fijo en este, cómo garantizar otro empleo por si el que se tiene se pierde.

Toda la vida activa gira en torno a estas preocupaciones. Como resultado la gente se hace muy eficiente en sus trabajos, pero también tensas, poco cómunicativas y casi autómatas.  Así sucede como una postergación de la vida hasta la vejez en que se sueltan las armas y se pacta paz al fin cuando no se ha perdido la guerra de haber tenido siempre un buen empleo.

Hace un tiempo ví un documental llamado Papi comprame un Kalashnikov que hablaba de la facilidad para portar armas en E.U y repetía asombrado y cuestionante  la consigna de algunos de los entrevistados que decía que las armas no eran peligrosas si no los hombres detráz de estas.

Ni creo en esto ni en la santidad del hombre corrompido por el poder del arma u otros vicios. Hay una relación constante de alimentación. En está relación el hombre mismo, potencialmente, es ya un arma dispuesta a matar o matarse.

En todas partes el hombre siente la cercanía de una pistola obligando a regular su conducta. Tan cerca anda ya el arma de nuestras vidas que hemos aprendido a correr el peligro y algunos hasta ven este como un juego.

Mientras continua la lucha contra las armas, otras aparecen mas sútiles acarariciando la sien con sus cañones. Las armas llevan el sello del capitalismo, el socialismo, el cristianismo y otros ismos mas modernos.

¿Entonces cómo liberarse de esta amenaza? Esta respuesta la tendrá que encontrar usted. Yo solo se que debo  tener coraje para seguir preguntando con la esperanza de que al menos mi hijo un día me diga: Papi no me compres una Kalashnikov, ¿donde está el fin de esta guerra?