Otro campo de batalla en Cuba: la cocina
Por Lien Estrada
HAVANA TIMES – Me llamó la atención de forma poderosa la multitud que encontré en la calle Rastro entre Victoria y Mendieta. Esta era tan inmensa que se doblaba, literalmente, la esquina de Mendieta, y personas que parecían dispersas, que nada tenían que ver con la cuestión, sentadas en los quicios o paradas en las esquinas más próximas, también estaban en dicha cola. Tuve que preguntar: ¿Señor, para qué es esta cola? Anotarse para la balita, me respondió un señor mayor, vamos a ver si Dios nos ayuda, terminó de decirme. Claro que sí, le dije. No me puedo permitir otra respuesta en estos casos.
Seguí mi marcha pensando en todo este pueblo de hombres y mujeres que dejaba atrás. Sabía que no todas ni todos alcanzarían boletos. El boleto se obtiene a partir de un listado de nombres y apellidos que se anotan en una libreta y es ese papelito que te entregan mostrando un número y que dice cuándo te toca comprar lo que quieres o necesitas. Por lo compleja que se encuentra la situación actual en el país, es la alternativa que se ha encontrado para poner orden en las ventas de los productos en medio de una escasez total que genera el caos inevitable que se sufre.
En Cuba, por estos conflictos de conseguir el gas para cocinar, se cuenta con otros fogones como los que trabajan con electricidad (que debido a a los apagones son inútiles), los de petróleo, y por último, uno que usamos mucho en aquella llamada etapa «período especial»: los fogones de leña. No hablemos que la expresión «voy a cocinar» se ha convertido en «voy a inventar», porque esa simple acción que se debe realizar en el día a día se transforma en toda una tragedia.
Ser precavidos como que no alcanza. Nunca es suficiente. Y ninguna de las personas que se encontraban en aquella masa corpulenta humana en fila deseaba precisamente estar allí. Soportando sol, calor, ansiedad, y vaya una a saber otros sentires, como impotencia para poder llevar el balón de gas para poder cocinar en sus casas.
Porque tampoco descartemos que como se desvela el presente puedes perfectamente no tener con qué cocinar. Entonces en estos casos: ¿qué inventas? Un refresco y pan con cualquier cosa es un alimento. Pero por un día, dos; más, es una muy mala noticia. Y para las madres y padres de niñas y niños chiquitos que tienen que ir a la escuela no deja de ser preocupación. Más cuando ahora mismo en los círculos infantiles, seminternados y becas se les pide a los padres por favor, que le envíen comida a los estudiantes porque las escuelas no pueden dar la adecuada. Estamos hablando que la comida con la que cuentan estos centros es de mala calidad y poca.
No, nuestras niñas y niños no serán las personas más fuertes del mundo. Como tampoco lo fueron las generaciones nacidas a partir de los años ’90 precisamente por las mismas causas. Mala alimentación y pésima calidad de vida que nos ha marcado hasta el día de hoy. Pero a pesar de todo, y contra toda lógica seguimos trabajando, estudiando, viviendo, creyendo que lo que estamos padeciendo un día se superará y confiamos que no será dentro de mucho tiempo.