Fueron unas elecciones diferentes

El presidente Miguel Díaz Canel votando en elecciones vecinales el 27 de noviembre, 2022. Foto: Omara Garcia Mederos / Pool-EFE / AFP

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – El pasado 27 de noviembre se efectuaron en Cuba las elecciones para Delegados de Circunscripción del Poder Popular. Este cargo es el de los dirigentes de base del sistema político cubano, el único que es postulado y votado entre diversas opciones directamente por el pueblo. Aunque, por supuesto, no está exento de manipulación y presión por la policía política para que salgan candidatos afines al régimen.

Yo mismo he vivido la presión y el aparatoso accionar de la Seguridad del Estado para evitar que mis vecinos me postulasen en pasadas elecciones. Aunque la verdad no los he retado a tal cosa, independientemente del interés popular en que así sea, porque ganar implicaría hacer un juramento al sistema y sus líderes. Y sería incongruente para mí tal juramento cuando soy un crítico de ese sistema, pues lo considero disfuncional y nada democrático.

Este año varios electores se acercaron a mí y me preguntaron y hasta me animaron a que aceptase, pero les dije que ni asistiría a la asamblea de postulación. Algunos seguramente estaban tanteando el terreno sobre mi posición para informar, otros sé que eran sinceros. Parece que funcionó porque esta vez no recibí chequeo o presión palpables.

Tradicionalmente fue fácil imponer el relato oficialista de ir a votar o a las asambleas de postulación, por el control de los medios de comunicación y un mayor vínculo de las personas con el sistema. Se lograba una participación casi absoluta, que luego el gobierno exhibía como un apoyo tácito del pueblo al sistema político.

Sin embargo, en los últimos años, con tanta migración y dependencia del exterior, con tantos fracasos y tanto descrédito del sistema y del gobierno en particular, es tendencia que el índice de participación vaya disminuyendo y en cada proceso eleccionario se establece un nuevo récord de abstención. En esta, con un 68.58%, ha sido además muy brusco con respecto a la pasada, apenas dos meses atrás cuando se votó por el polémico Código de las familias, de más de 5 puntos porcentuales.

En mi barrio si acaso diez personas participaron en asamblea de postulación y al cierre de las votaciones, en medio de un apagón, faltaba más de un tercio de los electores por emitir sui voto, según trascendió. Ello a pesar de llevar las boletas a la casa de muchas personas y la presión que significa ser un barrio rural donde todo el mundo se conoce y hay una sola calle principal que obliga a la gente a pasar frente al colegio electoral obligatoriamente, quedando sin excusas. Lo que en un ambiente de control social es muchas veces determinante.

Como nunca antes la gente, incluso después de votar o al trasladarse al colegio, hacían chistes irónicos y se burlaban de la banalidad del proceso. Uno dijo en plena calle: “voy a dar el sí por los apagones”. Otro: “después del éxito con la Tarea Ordenamiento no podemos dejar de apoyar a Díaz Canel”. Pero el que desató más risas fue un vecino que dijo: “yo no iba a votar pero ayer trajeron el paquete de pollo después de seis meses sin venir, mi delegada me ablandó el corazón”.

No obstante, es un hecho un segmento cada vez más significativo de la población se va desprendiendo del control social, pierde el miedo y no participa, o vota en blanco. El índice de abstención ha ido creciendo gradualmente en las últimas dos décadas y el salto este año ha sido muy significativo.

En los comicios que se realizaron en la etapa de Fidel Castro al frente del gobierno y el partido, el abstencionismo era irrelevante, casi nulo y siempre por debajo del 5%. En los tiempos de Raúl Castro subió al 11% y en las de 2017, donde ocurrió el ascenso al poder de Miguel Díaz Canel como Presidente, era ya del 14%.

Tras su gestión, que coincide con la etapa más dura después del Periodo Especial de los 90, en este proceso el porcentaje de los que deciden no votar ha dado un salto muy significativo hasta el 31.5%. Lo que no solo es un voto de castigo a los fracasos del régimen, que absurdamente insiste en la continuidad, sino un mensaje claro del pueblo: que exige cambios democráticos y económicos, que está despertando y perdiendo el miedo a obedecer incondicionalmente al régimen; que el sistema no nos sirve y no es tolerable.

A pesar de todo, en el informe del Consejo Electoral Nacional sobre los resultados su directora Alina Balseiro evaluó los comicios como “una jornada democrática”, que transcurrió “con tranquilidad, organización, disciplina y cumplimiento de la ley, como siempre nos tiene acostumbrado nuestro pueblo”. Consideró que “demuestran el respaldo popular a sus representantes y la confianza en la Revolución”, a pesar de que un análisis mínimo dice lo contrario.

Evidentemente fueron unas elecciones diferentes. Y no podría ser de otra manera porque ya somos un pueblo diferente; la revolución o el sistema socialista radical, o como se le llame, es diferente; el mundo es diferente, queremos cosas diferentes y es diferente también la capacidad real que tenemos hoy para conseguirlo.

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Osmel Ramirez

Soy de Mayarí, un pueblecito de Holguín. Nací el mismo día en que finalizó la guerra de Viet Nam, el 30 de abril de 1975. Un buen augurio, ya que me identifico como pacifista. Soy biólogo pero me apasionan la política, la historia y la filosofía política. Escribiendo sobre estos temas me inicié en las letras y llegué al periodismo, precisamente aquí en Havana Times. Me considero un socialista demócrata y mi única motivación comunicacional es tratar de ser útil al cambio positivo que Cuba necesita.

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