Festival del Son post pandemia en Mayarí

una fiesta mediocre en todos los sentidos

El portal del ciudadano Mayarí, un sitio oficial del gobierno municipal.

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – Del 10 al 13 de este mes de noviembre se celebró en Mayarí, al este holguinero, una nueva edición del Festival del son, como se le conoce, aunque oficialmente es el XXII Encuentro de Agrupaciones Soneras. Se vuelve a dar después de dos años ausente por la pandemia de la covid19.

Un retorno en medio de la crisis económica profunda que padece el país, la cual se ha hecho notar por la baja participación, muy baja y encarecida oferta gastronómica y escasos bailadores de casino, que es el baile del son.

Lo que faltó:

Nadie puede decir que encontró un solo producto a base de harina de trigo en el festival del son. El bocadito de macho asado es emblemático en cualquier carnaval o fiesta popular en Cuba y estaba ausente. Ni siquiera un emparedado de pan con cualquier cosa se ofertó, ni pizza.

Al parecer se prohibió porque los particulares la buscan debajo de la tierra si es preciso y la encuentran. Simplemente no hay harina suficiente y para evitar la presión de la alta oferta sobre ‘la lucha’ de los trabajadores de los almacenes, se prohibió.

Tampoco hubo la emblemática cerveza de termo (pipa). Y sin cerveza de termo, que es la más accesible para el bolsillo de la mayoría, no hay fiesta que sirva. Solo los particulares revendieron cerveza de latica a 250 pesos.

Cinco cervezas equivalen a un salario mínimo, imaginen cuántos tomarían cerveza y cuántas cervezas promedio se tomarían los que allí se intentaban divertir. Igualmente un refresco enlatado, la única oferta que había, costaba lo mismo para un niño. 

En horario diurno los trabajadores de la dirección de cultura sirvieron de público ante la apatía popular.

Lo que sí se ofertó:

Mucho pelly, como se le dice a los chicoticos de maíz. Finalmente, los elaboradores de alimentos del sector privado aprendieron a fabricar los chicoticos, después de varios años de ausencia porque se dejaron de importar y, como el maíz se puede comprar en el campo, ahora no faltan en todos los puntos de venta. Algunos todavía con baja calidad, otros mejores, pero hay. Como era el producto más abundante muchos mayariceros bautizaron la fiesta como ‘el festival del pelly’. Un paquete costaba 80 pesos.

Un paquetico de sorbetos 100 pesos, lo que gana un trabajador de comercio, por ejemplo, en ocho horas. Igualmente, un caramelo con un palito, conocido como ‘chupa-chupa’ costaba lo mismo. Dos galleticas del tamaño de una moneda de cuarenta centavos rellenas con vainilla o chocolate, 70 pesos. Cualquier juguete de 500 pesos para arriba. Y así por el estilo.

Una fritura de yuca, pequeñita como una pelotita de jugar yaquis, a 15 pesos, era el producto más popular. Pocos se lanzaban con los platos de comida a 500 pesos con una ración mínima, ¡pero mínima!, de puerco asado. No se vio ni pollo frito ni mariscos ni pescado ni salchichas y macho asado, como era tradicional, muy poco. La yuca y el maíz eran los protagonistas principales, cual un areito taíno en pleno siglo XXI.

¿Fue el son el protagonista de la fiesta?

De festival del son solo tuvo el nombre. Agrupaciones soneras por raticos subían a la tarima, de esos artistas que nadie nunca ha visto ni se puede recordar el nombre un minuto después. Incluso ni siquiera eso porque al no haber moderador que los anuncie, nadie decía el nombre de la agrupación ni existe una pantalla digital que lo anuncie.

La verdad es que debe ser difícil cantar para un público que aunque sumaban miles no se acercaban a la tarima, salvo dos o tres personas alcohólicas o perturbados mentales, siempre muy conocidos en todo pueblo, que no paran de bailar al tiempo que piden limosnas. Esos en primera línea.

Detrás una pléyade de entusiastas por el casino siempre echaba sus pasillos, pero no eran un grupo abundante sino muy ralo. Ya lejos el grupo más numeroso ignoraba por completo a la agrupación. Los verdaderos focos de bailadores se hallaban a distancia, alrededor de los quioscos de venta de los cuentapropistas, que ponían música grabada de la preferencia de los jóvenes, principalmente reguetón obsceno.

En fin, fue un festival en crisis, muy acorde con la situación horrible que vive el país. Muestra de la decadencia en que estamos y de la pérdida de tantas cosas materiales, espirituales y hasta conductuales que signan la Cuba de hoy. Un evento tan poco motivador como lo es en esencia seguir viviendo en un país sin esperanza ni oportunidades. Deprimente en verdad.

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Osmel Ramirez

Soy de Mayarí, un pueblecito de Holguín. Nací el mismo día en que finalizó la guerra de Viet Nam, el 30 de abril de 1975. Un buen augurio, ya que me identifico como pacifista. Soy biólogo pero me apasionan la política, la historia y la filosofía política. Escribiendo sobre estos temas me inicié en las letras y llegué al periodismo, precisamente aquí en Havana Times. Me considero un socialista demócrata y mi única motivación comunicacional es tratar de ser útil al cambio positivo que Cuba necesita.

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