El Congreso del Partido Comunista y lo que Cuba necesita
By Osmel Ramírez Alvarez

HAVANA TIMES – El Octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) acaba de finalizar. En sus debates, discursos, decisiones e informes, parcialmente cubiertos por la televisión, queda bien claro el desfasaje entre la realidad nacional y el discurso político oficial.
Es como si existieran dos Cuba: la de la calle en el día a día llena de miseria, precariedad, deseos de emigrar y desesperanzas, pero con miedo a hablar claro y enfrentar al Gobierno, solo en las redes sociales donde tenemos un pequeño espacio de libertad conquistado, y la del discurso oficial, visto en el Congreso.
Esta última ‘Cuba’ describe a un pueblo que ama a su Revolución victoriosa, llena de popularidad y energías renovadas a pesar de los fracasos. Frustraciones que son siempre por culpa del bloqueo y las agresiones del ‘enemigo’. El mismo discurso gastado y nada convincente, dicho con la mayor dureza facial, ya sin apelar al poder de convencimiento, sino al de disuasión, con la represión y el miedo a la exclusión social.
El Congreso fue otro acto de reafirmación revolucionaria, no hay otra forma de calificarlo sin apartarse de la verdad. Estuvo lleno de amenazas a la disidencia y mensajes de fuerza, para dejar claro que el sistema político-económico no cederá ni un ápice, funcione o no para el pueblo. Al final, a ellos les funciona, pues siguen en el poder.
Lo que no quedó claro, (al menos para quien escribe y opina), es cuán sincero y sostenible es ese espíritu continuista y conservador que enarbolaron los nuevos ‘líderes supremos’ de la política cubana.
Parecía más un mensaje de confianza y agradecimiento dirigido a los líderes salientes e históricos de los cargos de poder, que una amenaza al deseo de Cambios de nuestro pueblo.
Es comprensible, pues de esos líderes históricos, de su voto de confianza, les llega el poder, no del voto del pueblo, como debería ser. Cabe esperar a que se consolide el traspaso en breve cuando no esté la generación histórica, para ver cuán pragmáticos pueden llegar a ser o cuán aferrados a sus maestros.
Los problemas que tiene Cuba son inmensos e impostergables, y solo se pueden resolver con democracia, libertad económica y respeto a todos los derechos humanos.
El PCC tiene dos opciones: trabajar a favor de la solución o intentar bloquearla hasta el último minuto. Y, cuán lamentable, esto último es precisamente lo que han estado haciendo y sobre lo que se debate en el Congreso, el cómo aplazar la solución.
Ya de antemano muchos creerán que un partido político con tal historial nada tiene que hacer por Cuba. Y otros con toda justificación ni siquiera desean que participe en la solución de los problemas nacionales, por desconfianza y rencor, o por justicia.
Pero la mayoría de los cubanos, según algunas de las encuestas de la oposición, desean cambios y prefieren que se produzcan desde dentro del propio sistema, en aras de la paz social y preservar lo que el pueblo interpreta como ‘logros sociales’, aun diezmados.
En esas estadísticas podemos escuchar al pueblo diciendo al PCC “tú lo enredaste, te damos la oportunidad de desenredarlo”. “Has acumulado demasiado poder al punto de estar sobre el soberano y lo has usado mal, te damos la oportunidad de que lo uses un poco más para rectificarlo y mejorar el camino con gobernabilidad y paz social”.
Se puede decir que tienen esa deuda con el pueblo, y de no saldarla, como parece, perderán la perecedera posibilidad de mantener un capital político en la inevitable democracia.
En efecto, tan predecible, el PCC sigue haciendo oídos sordos. Se enquista y evade el cambio. El reto de ser un partido democrático participando en democracia es inconcebible, le queda grande. Creen que para sobrevivir necesitan violar los derechos políticos de la mayoría no comunista en el pueblo cubano y lo hacen sin tapujos.
Cuesta mucho ser grande en la hora grande, cambiar de paradigma a tiempo y reconocer que se ha fallado o que hay que cambiar. Es privilegio de muy pocos tal hazaña ideológica y sicológica.
Fórmulas políticas para el cambio democrático y la libertad económica, sin auto excluirse el PCC, son posibles, incluso teniendo un rol protagónico como manda la actual constitución.
Pero no ven más allá de sus ombligos y se aferran a la obsoleta y destructiva ideología radical estalinista, que igual que los ha conducido al fracaso económico también los está llevando a la derrota y al desprecio futuro de la mayoría del pueblo.
No pueden ver que a Cuba hay que darle lo que Cuba necesita, de lo contrario la historia los condenará. Y lo último que quiere el pueblo es continuidad. ¡El pueblo quiere cambios!
La nueva generación que ha llegado al poder no va a cambiar nada, es una generación de transición, el Gorbachov cubano aún no ha llegado.
Es muy posible, Tito. Pero también es cierto que a ese nivel los hombres y mujeres de estado se preocupan mucho por su legado. Y Díaz Canel no tiene historia militar ni nada exitoso para ser recordado. Sabe que lo único que le dará algún mérito es lograr el cambio que Cuba necesita.