De excursión en familia y con amigos recién conocidos
Por Osmel Ramírez Álvarez
HAVANA TIMES – Una amiga de Facebook vio mis fotos disfrutando de los chapuzones en familia en arroyos y ríos cercanos que corren frescos, y en muchas partes limpios, en la zona donde vivo en el este holguinero, y se motivó a visitarlos. Le expliqué cómo podía ser posible y vino este jueves.
Son varios los que surcan el hermoso valle de Mayarí, donde el río más caudaloso que lo surca le da nombre (también a la ciudad y al municipio). Y los demás, al menos media docena, son arroyos que le son afluentes. Aquí el agua abunda y aunque la actividad humana siempre genera contaminación, no es difícil disfrutar en áreas totalmente sanas y naturales.
Y como la naturaleza por acá es muy encantadora, la amiga venía con una agenda de deseos demasiado cargada para un par de días. Seguramente uno que otro amigo le recomendó lugares o lo averiguó. No alcancé a preguntarle, a pesar de lo mucho que conversamos. Fue hermoso conversar de todo metidos todos en el agua o surcando senderos. La filosofía aflora y es más comprensible en ese ambiente, al parecer.
Quería conocer las Cuevas de Seboruco, el puente natural del río Bitirí, los arroyos y ríos, y más. No mencionó, ni yo le dije porque es un poco difícil o caro ir hasta allá, el salto del Guayabo, que es el más alto de Cuba y un sitio impresionantemente bello.
El primer día nos fuimos entre un aventón y a pie para el río Mayarí: mi esposa Idalia que es mi compañera inseparable, mis hijas, porque el varón estaba acatarrado, la amiga y colega, ya que escribe también y ha hecho periodismo independiente, y yo. Había llovido, pero no fue impedimento, apenas escampó fuimos sin pensarlo.
Al otro día en la mañana la excursión, también a pie, fue directo a las cuevas de Seboruco. Desde mi casa son unos 4 km y el último es atravesando un bosque ralo secundario, esquivando plantas que irritan la piel como el guao y la ortiga. Nada difícil, pero hay que poner mucha atención.
Hay un camino angosto de tierra, pero debe cuidarse de piedras, desniveles, pasos del río Seboruquito, y finalmente la cueva con múltiples entradas en un farallón de roca caliza. En idioma aborigen seboruco significa ‘piedra grande’, de ahí el nombre del lugar y la comunidad rural aledaña.
Impresiona la magia del lugar, la imponencia de la naturaleza y también la historia, al saber que allí miles de años atrás se guarecían de la lluvia y el frío los primeros aborígenes que habitaron lo que hoy es Cuba. Es una experiencia muy aportadora aunque sea repetida, como es mi caso, ya que he ido unas cinco veces en mi vida. Y quien debuta, claro está, exclama y se asombra mucho más.
Penetramos a un salón dentro de la cueva a unos 10 metros y luego un pasillo más o menos 5 metros más. Pero luego se estrecha para llegar a otro salón, donde hay que arrastrarse por el suelo frío y húmedo y se puede salir a cuevas más elevadas porque casi todos se comunican.
Como mi curiosidad no alcanza para tanto y tampoco la de mis acompañantes, no seguimos. También influyó el temor a las abejas, que tienen numerosas colmenas en los orificios superiores del farallón. Hicimos fotos y charlamos sentados en piedras grandes debajo de una mata de mango aledaña, mientras el agua cristalina del arroyo corría sobre nuestros pies.
En ese escenario mágico cualquiera puede entender la idea real o imaginada de que nuestro primer hogar fuese un paraíso natural. Se siente uno en casa, en armonía, imbuido en una paz que no la sustituye ni el asfalto, ni el hormigón armado, ni un parque temático, por muy útiles y encantadores que sean.
De ahí salimos hacia otro arroyo, que por estar entre el anterior (‘Seboruquito’) y otro llamado ‘Colorado’, se conoce como ‘Arroyolmedio’, en una poza que se forma al pasar un puente hecho con alcantarillas grandes. El área de baño es en el llano al nivel del valle, pero muy cerca de donde desciende de la montaña. Totalmente limpio y natural, con un agua tibia y transparente. ¡Una maravilla!
Fue un intenso día de camping. Terminamos agotados, pero llenos de satisfacción. La amiga y colega de Holguín no cabía dentro de ella de tanta dicha por la experiencia. A cada rato decía que “éstas cosas solo se daban entre cubanos”, personas que por primera vez compartían y se conocían, pero capaces de hacer cosas de viejos amigos y todo fluyendo.
Yo, tan sentimentalmente patriota, le dije: “es una de nuestras riquezas nacionales”, y echamos a reír. Comimos solamente anoncillos y pastica de maní porque, dicho sea de paso, el día de camping sirvió para escapar del apagón de 12 horas que tocaba en horario diurno y no nos permitió cocinar.
También nos brindaron caldosa (sopa de viandas y carnes) otros bañistas que nos topamos en la poza. Desconocidos, pero igual parecíamos amigos de siempre. Cosa tan sorprendente a pesar de lo común.
Son las cosas hermosas de nuestro país y de nuestro pueblo, lástima que este sistema nos obligue a migrar o a sufrir esa otra cara de la moneda. La del desastre de país que ha creado, fuera del ámbito natural, el sistema estatal socialista planificado de partido único.
Hermosa experiencia colega, y narrado de manera maravillosa, como un escritor. Pero me quede con las ganas de ver los parajes que describes. Por favor haz fotografías para verlo aunque sea desde lejos. Los campismos son inolvidables, tenemos un país con tanta historia y sitios bellos que ni conocemos.