Vestirse en Cuba

Osmel Almaguer

Escaparate de tienda. Foto: Caridad

Diariamente las calles de nuestro país se visten de gente que intenta dar continuidad a su vida mientras corre detrás de un sueño: mejorar sus propias condiciones o las de los demás, ya sea desde lo meramente material o desde lo espiritual.

Dar continuidad a una vida significa cubrir las necesidades vitales y secundarias.  La vestimenta, por ejemplo, ¿sería una necesidad indispensable? ¿Es posible la supervivencia en los tiempos actuales si prescindimos de la ropa?

Según el Viejo Testamento, en el principio de los tiempos, Adán y Eva no pasaron por esa disyuntiva.  Por su parte, y según de las investigaciones científicas, el hombre de las cavernas tuvo que comenzar a cubrir su cuerpo por razones bien ajenas a la moralidad.  Cambios drásticos en las temperaturas, insectos y otras agresiones medioambientales, así lo impelían.

Actualmente existe toda una cultura del vestir.  Nuestro atuendo brinda información acerca de posibles filiaciones políticas y militares, pertenencia a los distintos grupos sociales, gustos y rasgos psicológicos.

Es por ello que en las calles podremos obtener valiosa información acerca de la idiosincrasia, valores, costumbres, condiciones medioambientales y socioeconómicas de una nación.

Lo primero que salta a la vista para quien nos visita es nuestra preferencia por el vestir ligero.  Piezas que descubren el ombligo, los brazos, los hombros, las piernas y muslos y, en ocasiones, hasta pequeñas zonas de los glúteos y de los senos, en el caso de las mujeres; mientras que en los hombres predomina la ropa ceñida y bastante ligera.

El clima cálido podría esgrimirse como una de las principales razones para esta preferencia, pero también podríamos mencionar ese modo marcado que tenemos los caribeños de asumir nuestra sexualidad.  Creo que en esto último ha influido la composición multiétnica de nuestra nación, y las condiciones específicas en las que se gestó.

Algunos amigos franceses se han sorprendido de encontrar aquí el último grito de la moda de su país.  Es cierto, hay personas que dedican su vida a verse bien.  Sus familiares les mandan las revistas, el dinero y la ropa.

No olvidemos también, que la mayor parte de nuestro pueblo, y me refiero al periodo que incluye algo de tres siglos zque tenemos como nación, ha tenido que vivir atravesando sucesivas crisis económicas.  Por lo que hemos desarrollado un gusto especial por vivir el momento sin que importe el mañana.

La otra cara de la moneda sería ese sector de la población que se ha acostumbrado a vestir con lo que aparece, y que posibilita que en nuestras calles abunden las malas combinaciones de tejidos, colores y estilos.

Entre ambos extremos se encuentra la gente que hoy en día, por circunstancias no siempre ortodoxas, tiene bastante dinero pero no así suficiente cultura del vestir.  Entonces se esfuerzan en realzar sus posibilidades económicas con un gusto excesivo por las alhajas, los letreros escandalosos, los colores fuertes, el brillo en horarios poco adecuados, etc.

Por último, me referiré al fenómeno de la ropa reciclada, pues una gran parte de los cubanos resuelven su problema de esta manera.

La venta de ropa importada de uso comenzó como opción a la crisis del Período Especial.  Antes pensaba que era de donación, pero dice mi padre que es comprada a bajos precios.  Se vende a la población a precios que oscilan entre los 5 y los 200 pesos en moneda nacional.

Como era de suponer, ya la gente le ha dado su propio curso al negocio de la ropa reciclada.  Resulta que dentro de las piezas que llegan, hay algunas de primera calidad, y otras de segunda, o de tercera, y así sucesivamente.  Ya resulta imposible encontrar algo bueno entre los bultos de la venta, pues los que trabajan directamente en la entrada de la misma al país, se encargan de venderla a los revendedores particulares.

Las costureras se han puesto nuevamente de moda, ahora como remendonas de la ropa de uso.  Las mangas largas se cortan.  Las anchas camisas, diseñadas originalmente para cubrir los cuerpos de gente grande, se estrechan.  Cada cual resuelve como puede.  Un espíritu de lo gastado predomina en nuestras calles.

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