Un holguinero en La Habana

Osmel Almaguer

Desde Holguín. Foto: Caridad

En ocasiones he escuchado decir, medio en broma y medio en serio, que en La Habana viven menos habaneros que emigrantes.

Ya a finales de los ochenta la popular agrupación Los Van Van estrenaba aquella canción en cuyo estribillo se anunciaba que “La Habana no aguanta más.” refiriéndose al fenómeno de la migración interna en el contexto cubano.

Esa suerte de éxodo, común no sólo a la raza humana sino también a una gran cantidad de especies en el reino animal, ha estado matizada en las diferentes épocas de nuestra historia nacional.

Desde que La Habana se convirtió en el principal centro económico del país, la gente comenzó a emigrar hacia ella en busca de mejores oportunidades.  Cada cual con sus sueños.  La clase alta pensando en los negocios que le reportaran aún más jugosas ganancias, y la gente humilde, al principio en menor medida -relación que se invertiría con el paso del tiempo-, buscando sobrevivir o simplemente escalar posiciones.

Con el siglo XX la sociedad cubana cambió, pero este cambio solo serviría para intensificar el flujo migratorio, condicionado por un empeoramiento de la vida rural, en contraste con una sociedad habanera que si bien tenía sus defectos e injusticias –y cual no- estaba inmensamente más desarrollada que el resto del país.

Tras el triunfo revolucionario del 59 aparecieron los planes para buscar cierta equivalencia entre las distintas regiones del país.  Leyes, nacionalización, redistribución de recursos, reformas administrativas a todas las escalas y niveles, se proponían mejorar la vida en el campo y lograron amainar el flujo migratorio, pero no lo suficiente.  Ya lo dijeron Los Van Van, a veintitantos años de Revolución, La Habana ya no aguantaba más.

Sin embargo, soy de la opinión de que si aguanta.  Y lo hace gracias a que desde los noventa comenzó otro tipo de éxodo.  El de los habaneros hacia Miami, hacia otros estados norteamericanos, Europa, y casi hacia cualquier parte del mundo.  He escuchado a algunos decir que serían capaces de irse hasta para Haití.  Claro, en mi opinión, no saben lo que dicen.

La emigración histórica hacia la capital es tal, que quien dijo que en La Habana hay menos habaneros que guajiros, no debió equivocarse.  En realidad, conozco pocas personas que afirmen no tener algún pariente en las provincias, o haber llegado ellos mismos a la gran urbe en tiempos lejanos.

Yo, por mi parte, tengo a mi padre, que aprovechó su inclusión en las fuerzas armadas para llegar desde Holguín, con la confusión de los años sesenta.  Allá tengo a una gran parte de mi familia, que no conozco.  Dice mi padre que debo tener unos doscientos parientes entre primos, tíos, abuelos y hermanos de mis abuelos.

Aquí la gente suele bromear con aquello de que los parientes del campo se aparecen en grupos y sin avisar.  Te acaban con la reservita de arroz y frijoles.  Hay historias hasta de litigios de viviendas.  “Llegaron por una semana y ahora están reclamando su derecho a vivir aquí.” cuentan algunos.

Hace unos días nos llegó un primo desde Holguín.  Vino a trabajar como “botero.” o sea, chofer de taxi particular, y para eso necesita tener residencia permanente en la casa de mi padre.  Mi madre cuando se enteró se asustó, preocupada por esas historias que se cuentan, pero Carlitos no es de ese tipo de gente.  Él es de los que te dan lo que tienen sin pedir nada a cambio.

Su sueño es reunir dinero suficiente como para construir una casa en su provincia.  Sin embargo, sospecho que cuando tenga el dinero va a preferir construirla aquí.  Sobre todo teniendo en cuenta que un botero se busca diariamente no menos de 40 CUC, o sea 100 veces más de lo que cobra un trabajador asalariado, y si la vida en La Habana es mejor que en Holguín, para quien tiene dinero lo es más aún.

Ahora lo que necesita es mucha ayuda, pues él viene con la ingenuidad propia de la gente del campo, y aquí la gente es muy despierta, y tiene mucho afán de estafar a quien se lo permita.

 

 

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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