Tanya Rodríguez: Una parte de mi vida que la Revolución borró

Osmel Almaguer

TanyaHAVANA TIMES — Me crié en un pequeño barrio al este de La Habana conocido como Berroa; especie de tierra de nadie en un triángulo formado por los repartos Alamar y Guiteras con el municipio Guanabacoa. Berroa era —y es— una zona ideal para el criado de animales, la siembra y algunas industrias que a la larga solo han reportado contaminación a la comunidad.

Allí crecí, rodeado de animales y de mi familia, y como todo menor, necesitado de una guía. Mi hermana, cuatro años mayor, fue esa persona para mí, aunque por entonces era una adolescente con problemas de carácter por haber vivido ciertos episodios en su niñez.

Yo tenía nueve años y ella trece cuando conocimos a Tanya, o cuando ella se enamoró de Tanya y yo la seguí en su devoción. Para mí, lo que la familia definía como imitación, era (aún me lo parece) la forma más natural del mundo de compartir sus gustos.

Me parece que por esa razón viví una adolescencia adelantada; una adolescencia adelantada y feminoide. Afiches, letras de canciones y varias novelas escritas por mi hermana (donde los protagonistas eran Tanya y los músicos de Monte de Espuma), fueron nuestra manera de vivir la vida con otro sabor.

Pero hubo más. Mi hermana aprendió a tocar la guitarra y yo pretendí aprender a tocar la batería, aunque pronto me conformé con la composición de canciones. Había un intenso mundo espiritual en todo aquello. Solo ahora soy consciente de lo que representó ese momento en mi vida.

Se trataba de un sistema cuasi religioso, con Tanya como deidad principal y sus conciertos como ceremonia litúrgica fundamental. Recuerdo que fuimos como a cuatro. Yo siempre el guajirito mal vestido en un asiento sombrío del teatro, soñando ser especial y que ella, nuestra diosa, me distinguiera desde el escenario.

El último fue en el teatro América, la noche que al salir tuve que agacharme bajo una estatua del parque Fe del Valle porque algo que comí me cayó mal. Ese fin de semana repitió actuación sábado y domingo y asistimos en ambas ocasiones, como si sospecháramos.

Tanya 2Meses después nos enteramos de que Tanya se había “ido”. Comenzaban los noventas y aún la frontera que dividía a Cuba del resto del mundo era casi tan rotunda como la de la muerte. Irse significaba morir para los que quedábamos aquí.

Más allá de que mi visión de Tanya estaba marcada por lo que sentía, era una cantautora talentosa, y su triunfo debía ser tan escandaloso que traspasara la espesa pared que nos separaba del mundo capitalista.

Pero no fue así. Nos quedamos esperando noticias suyas; nos quedamos esperando señales y el tiempo hizo lo suyo. Solo alguna que otra tarde la fuimos evocando hasta que desaparecieron las radio-caseteras, donde quedaban las últimas evidencias de su paso por nuestras vidas.

Un día nos dimos cuenta de que otras deidades la habían sustituido por completo. Luego ya no necesitábamos a nadie. Mi hermana también “se fue” y como con Tanya, temí que muriera para nosotros, aunque las cosas en el país ya no estaban iguales. Algunas leyes habían caído y hasta otro presidente (mismo apellido pero diferente persona; otra persona pero con igual ideología) nos dominaba.

Cierta tarde, hurgando en una red clandestina de computadoras, encontré una carpeta con el nombre de Tanya. Me extrañó hallar aquello en la PC de un adolescente. La abrí. Era el disco Acorralada, que Tanya grabó, creo que con la Egrem, andes de irse.

Horas después, ya en casa, con la complicidad de la noche y la luz apagada, con los audífonos en mis oídos porque no deseaba compartir la experiencia con nadie más, escuché las grabaciones. De repente un millón de recuerdos se activaron en mí; un millón de sensaciones que obviamente me hicieron llorar. Sentí nostalgia de aquella época en que mi ingenuidad parecía compartida con el resto de las personas, tantas cosas bellas y también tanta tristeza me embargaron…

Musicalmente, el álbum se me antojó inmaduro. Pero eso lo percibí luego de escucharlo unas tres o cuatro veces. “Tanya merecía más”, me dije. Hubiera merecido madurar aquí y hacer crecer su carrera desde aquí, sin que nadie le impidiera respirar, si es que esa fue la razón para su éxodo. Merecía al menos tener la elección. Creo que hubiera sido una de las grandes, a la altura de Omara, Elena y compañía.

A ella le quitaron eso, y a mí su presencia en mi vida, o al menos el derecho a un desencanto natural. Ella volvió, dio un concierto y se marchó. No la vi. No recuerdo lo que estuve haciendo ni por qué no acudí a la cita.

 

Editor’s Note: Tanya regreso de visita a Cuba en el 2013. Aquí un video de ella:

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Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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4 thoughts on “Tanya Rodríguez: Una parte de mi vida que la Revolución borró

  • … a la altura de Omara, Elena y compañia,…. Elena era, es y será la Sra, sentimiento, Moraima, solo por “perdoname conciencia” bien merece un destacadísimo lugar, y Omara, por sus versiones ??, o por haber cantado y ganado en un Guzman con su tema “no no no se rinde nadie, en esta tierra no señor” y a partir de ese momento convertirse en oh oh “La Diva de Cuba”.

  • Tanya: Tus “lauros” fueron en Cuba, porque en Miami bastantes tristes papelalos que hicistes…solo decir que tuviste que pasar por la humillación de ir a cantar como “aficionada” al programa de Don Francisco por cuatro kilos y que el Chacal te sonara la trompeta…..que bajo caiste…y ahora la culpa de todo la tiene la Revolución….je..je..que cara…

  • Osmel, gracias por compartir tu experiencia tan bien descrita. Al leerla se agolpan esos ricos recuerdos.

  • “Ese hombre esta locooooo, se volvió locooo…” Esta canción le costo la carrera artística a esta talentosa artista. Fue una censura similar a la que están haciendo ahora mismo con Cremata por una obra que los guardianes de la fe calificaron como contrarrevolucionaria y ofensiva hacia la figura del dictador en jefe.

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