¿Será Brasil la próxima Venezuela?
HAVANA TIMES – La gran mayoría de los brasileños que conozco aquí en Curitiba va en contra de Lula y su Partido de los Trabajadores.
No es casual. El populismo no cala igual en las sociedades con cierto nivel de desarrollo y estamos en Curitiba, capital de uno de los mejores estados del país.
En la región sur, compuesta por los estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur, se han gestado movimientos separatistas, amparados en la creencia de que el resto del país constituye una especie de lastre para su desarrollo.
Dicho mal y rápido, aquí las cosas funcionan lo bastante bien para no necesitar de un “encapuchado” que prometa quitar a los ricos para dar a los pobres. Saben que en ese “dar” y “quitar” donde la economía se resiente, también hay espacio para la corrupción.
Vista desde aquí, la llegada al poder de Lula da Silva parece usurpación. Se dice que ganó valiéndose de fraude electoral, pero a mi entender su discurso redentor le hubiera bastado.
Brasil es un país rico aunque, quitando los estados bendecidos, la realidad es bastante triste. Escasean las fuentes de empleo, el dinero, las escuelas, los hospitales, inclusive las carreteras.
No es raro que los restantes 23 estados del país se aferren a ese prometer izquierdista, con sus dádivas que, a la postre, salen de los bolsillos contribuyentes y enrarecen las relaciones de producción.
Los gobiernos de izquierda no mejoran Brasil. El pueblo vive mal, pero no lo suficiente como para revelarse y ejercer alguna presión sobre los políticos.
Lula, Rousseff y compañía, en su devenir, implantan la dádiva paliativa, en lugar de enfocar sus agendas de gobierno en un desarrollo científico, tecnológico, económico, cívico y sostenible. Se limitan al aspecto emocional, a la lástima, promulgando la utopía de las igualdades.
La derecha ha sido exagerada y degenerada, y no lo suficientemente carismática como para desterrar el izquierdismo de la mentalidad brasileña. Y llegamos aquí, después de una pandemia que ha afectado la economía mundial, con los precios subiendo cada día más y la gente preguntándose: ¿hasta cuándo?
Por sólo citar un ejemplo, según el medio especializado g1, los precios de la carne bovina subieron en un 11% como promedio en el último año.
El valor de los productos sube mucho más rápido que los salarios, lo que estimula la delincuencia, el crimen organizado y la deserción laboral. Los brasileños no quieren trabajar por tan poco dinero.
En otras circunstancias, las empresas se hubieran visto obligadas a ceder, pero aquí estamos los cubanos y los venezolanos para llenar las plazas; para dar continuidad al sistema.
¿Qué son cinco plazas y solo hay dos cubiertas? No importa, los inmigrantes hacemos todo el trabajo. Nosotros, que venimos huyendo de regímenes de izquierda, ahora somos las válvulas de un capitalismo izquierdoide.
Y los brasileños se interesan por la realidad de nuestros países de origen, pero por más que intentemos, no consiguen aproximarse a la idea. “Eso hay que vivirlo para entenderlo”, concluyo desalentado.
Muchos hablan de Lula como un factor de cambio. Ven en él un peligro de que su país acabe siendo una Venezuela, o una Cuba. Y yo, que ya renuncié a demasiadas cosas para llegar hasta aquí, no quiero ni imaginarlo.