Renunciamos a todo para escapar de Cuba: y no era suficiente
HAVANA TIMES – A mediados de 2022 mi esposa y yo decidimos irnos del país. Sabíamos que organizar un viaje así no era cuestión de unas semanas, por eso nos planteamos la salida para finales de ese mismo año.
Lo primero era encontrar un país de destino, y lo teníamos bastante difícil.
En medio de la desesperación, valoré posibilidades que no me atrevería a confesar aquí. También estuve tentado a quedarme en el próximo país al que viajara por motivos de trabajo. Luego descartamos esa opción, porque no era justa, pero también porque nos exponíamos al riesgo de demorar dos años, tres o hasta más en volver a reunirnos.
Un amigo, que intentaba irse a través de una beca de estudios, nos recomendó esa opción. Lo intentamos, pero no funcionó para nosotros, aunque para él sí. Buscamos en Google: “países de libre visado para cubanos”, y lo que encontramos tampoco nos pareció viable.
Islas del Caribe con altos índices de desempleo, donde no hablan español; Rusia, un destino frío y lejano del que escuchamos historias bastante tenebrosas; Serbia, que de tanta inmigración complejizó increíblemente los requisitos para la entrada, y Nicaragua, la única donde se habla nuestra lengua, pero tiene otra dictadura.
Cuando sentimos que no quedaba nada por hacer, ya a punto de desistir, apareció un joven, actualmente amigo de la familia, que nos ofreció toda la información. “Hay una travesía hacia Brasil que es segura y relativamente barata”, nos dijo.
Entonces comenzamos a trazar el plan. Necesitábamos tres pasajes hasta Guyana (inglesa), conseguir un coyote que nos ayudara a cruzar, y elegir una ciudad destino dentro del enorme país sudamericano.
Después de hacer todos los cálculos, caímos en cuenta de que no nos alcanzaría el dinero, ni vendiendo todas nuestras pertenencias. Providencialmente, una prima de mi esposa aceptó prestarnos el dinero de los pasajes, que ella misma compró.
Nuestro reciente amigo nos ayudó a entrar en un grupo de WhatsApp, donde nos empapamos sobre la travesía y la vida en Brasil cuando llegas. También en ese grupo conseguimos un coyote.
Fueron incontables madrugadas en colas para el papeleo, mucho desgaste físico, emocional y financiero para la obtención de los pasaportes, las certificaciones de matrimonio y nacimiento, la autorización de viaje para nuestra hija, la certificación por el MINREX de nuestros títulos de estudio y otros documentos.
Cuando ya tuvimos casi todo listo, habían pasado unos cinco meses. Avisamos a las familias sobre nuestras intenciones. Vinieron los lloros, las aflicciones de ambas partes y en medio de aquella mezcla de tristeza y esperanza, comenzamos a venderlo todo.
La casa se vendió bien barata, porque los precios estaban bajando debido a la oleada migratoria que sufre el país. El resto de las cosas (refrigerador, horno, cama, bicicleta, etc.), se vendió bastante rápido porque hay una gran demanda y no todo el mundo tenía MLC para comprar en las tiendas del gobierno.
La venta de nuestros bienes, incluyendo la casa, sumó unos 2 mil 500 dólares. Eso, más unos mil que habíamos logrado reunir en todo ese tiempo, a base de pasar hambre y otras limitaciones, alcanzaba justamente para hacer la travesía y, si acaso, vivir un par de meses en Brasil hasta que consiguiéramos trabajo.
Salimos de Cuba el 27 de diciembre de 2022, gracias a Dios, porque nuestras posibilidades de hacerlo habían sido realmente escasas, con una vivienda casi imposible de vender y un padre enfermo sin nadie para cuidar de él. Nunca olvidaré su mirada de “sé que ya no te volveré a abrazar”, ni aquella sombra sobre los rostros de la familia.
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