Raulito: un donante especial

Osmel Almaguer

Las donaciones de sangre son un asunto de mucha presencia dentro de la sociedad cubana.  Hace casi cincuenta años, a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), el gobierno revolucionario instrumentó un sistema gracias al cual miles de donantes le salvan a la vida a alguien mediante el ejercicio de entregar voluntariamente su sangre.

Actitudes como esa no pueden sino ser catalogadas como una clara evidencia del más profundo humanismo por parte de los donantes y también de los dirigentes que resolvieron organizar un sistema como ese, en el que interviene la acción coherente de profesionales, voluntarios y unidades como hospitales y bancos de sangre.

En teoría la perfección suele ser muy fácil de alcanzar, pero en la práctica siempre surgen inconvenientes como el que vivió Raulito, un amigo mío que en una ocasión decidió convertirse en “donante especial.” y ser víctima así de los lógicos errores humanos.

Ser un donante habitual es ya una empresa bastante destacable, teniendo en cuenta las dificultades alimentarias, lo desagradable que puede resultar para algunos una aguje dentro de su organismo, y la casi total gratuidad (el tocayo dirigente de mi amigo no se ha pronunciado por eliminar ese tipo de gratuidades) de la donación.

Ser un donante especial resulta, por todo ello, mucho más loable, aunque en esos casos la gratuidad no es tal, pues por donar mensualmente y responder a cada llamado de emergencia te asignan una cuota mensual de alimentos que según Raulito consiste en unas 10 libras de hueso de vaca, dos de masa de croqueta, y unas cuantas viandas y ensalada, en dependencia de su existencia en los almacenes.

Otras promesas le hicieron a mi amigo, que comenzó a donar su sangre con la esperanza vana de recibir invitaciones gratuitas para campismos, fiestas y reconocimientos por el CDR y hospedajes en hoteles de turismo pagando en moneda nacional con una proporción de un peso por cada CUC.

Luego de varios meses en los que su esperanza se quebrantó, y la decepción se convirtió enfado, Raulito renunció a su tan especial cualidad de donante de sangre.

 

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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