Parolin: un infierno dentro de la ciudad soñada
HAVANA TIMES – Cuando acepté mi actual empleo, no conocía la zona donde se encuentra enclavado. “Ten cuidado, porque allí hay una favela”, me dijeron, pero aun así perseveré.
La idea que yo tenía de una favela era bien diferente a lo que he visto aquí en Curitiba. Yo la tenía preconcebida como un espacio caótico, sin orden urbano, bien estrecho y miserable, donde sólo por entrar ya eras asaltado o asesinado.
Al menos eso es lo que había visto en las películas.
Parolin es un barrio normal, solo que bastante sucio, lleno de grafitis, con gente muy pobre, pero también tiene casas costosas, y negocios. Solo que, en general, es controlado por los narcotraficantes.
De vez en cuando me entero, cuando voy a trabajar, de la muerte de alguna persona por deudas con la droga, o por haber sido pescado robando, cosa que los “jefes” no toleran en este barrio.
Cuando voy de camino al supermercado, por la calle Henry Ford, veo muchos moradores de calle, fumando o inyectándose, y también veo gente bien vestida y joven que va a ese lugar a introducirse en el mundo de las drogas.
Parolin también tiene una zona aún más dolorosa, donde las personas que viven de reciclar basura se reúnen para vender lo recolectado. Hace poco pasé por allí y quedé impresionado.
Era mediodía y hacía un sol como el de Cuba. Esa zona del barrio parecía como un enorme basurero en medio de un barrio con casas. Todo sucio y quemado. Con muchas personas marginales gritándose unos a otros.
Había muchos de aquellos sacos enormes donde reúnen aluminio o cartón. De vez en cuando veía algún cartel que expresaba el espíritu de aquel lugar: “el dolor le da sentido a mi garaje”, o “yo solo quiero lo que es mío, paz”.
Pasó junto a mí, en una bicicleta, una mujer cuya edad era imposible identificar. Juro que podía ser lo mismo una adolescente que una mujer madura.
Desde aquel día, no he dejado de pensar en la naturaleza humana. En cómo un lugar como aquel puede existir en medio de una ciudad modelo como Curitiba. Pienso mucho en el corazón de las personas, y en el mío.