Mi cumpleaños 33

Osmel Amaguer

HAVANA TIMES — Hace unos días cumplí los treinta y tres años de edad. La misma con que murió Jesús. Por suerte, a diferencia de él, a mí no me tocó ser crucificado, ni pagar por los pecados de la humanidad. Al menos, aún no.

En su lugar, tuve una pequeña celebración entre amigos. Algo muy modesto, de acuerdo a lo que me es posible pagar.

Digo “pequeña” porque solo asistieron tres personas. Y no uso la palabra “solo” porque me parezca poca la cantidad, sino porque es costumbre entre los cubanos celebrar los aniversarios entre mucha gente.

Casi siempre están la familia, los parientes de segundo o tercer grado de consanguinidad, los amigos, compañeros de trabajo, vecinos y algún que otro que se cuela para comer el cake y probar el ron.

Fue mi voluntad rodearme solo de algunos amigos. Amigos de los de verdad. Por eso me considero afortunado. Muy pocas personas pueden reunir a tres amigos en una misma ocasión. De hecho, muy pocas personas pueden contar con la amistad de tres personas en toda una vida.

Junté todo mi dinero y lo gasté en carne de cerdo. Alcanzó como para seis libras. Con eso, hicimos una parrillada. Mis amigos pusieron la bebida. Había Vodka, ron cubano y refrescos, también había cake, música, yuca y frutas.

Mi padre se encargó de organizarlo todo. Compartió conmigo y con los amigos y la pasamos muy bien. Al final de la noche le recordé la propuesta que me había hecho dos días antes: “Osme, hay poco dinero, yo tenía pensado comprar una botella de ron para tomárnosla aquí, pero dada la situación si quieres te doy el dinero y no hacemos nada”.

“Entre tantas necesidades lo único que nos queda es festejar las cosas buenas que aún nos quedan; la familia, los amigos, la salud y la propia vida”, le dije, satisfecho de haber escogido celebrar mi llegada a este mundo.