Mi amiga no quiere regresar
Osmel Almaguer
Mayelín es de Cienfuegos, provincia sureña del centro del país. Allí transcurrieron los primeros acontecimientos importantes de su vida. Estudió hasta hacerse universitaria. Se casó con el padre de su hijo y años después se divorció de él.
Ella trabajó hasta convertirse en una editora y escritora reconocida, por eso un día le llegó la “gran oferta” de laborar en una de las más importantes editoriales del país. Abandonó Cienfuegos con las expectativas de una nueva vida, de nuevos retos profesionales, oportunidades, prestigio, y si era posible, hasta conseguir una casa para quedarse a vivir en la capital.
Su hijo quedó allá, con el padre, en espera de que la madre fuera por él. Ya hace dos años de aquello y lo único que ha logrado conseguir Mayelín es frustración. Se siente totalmente decidida a abandonar su plaza, ya que ninguna de sus expectativas se ha cumplido.
“Trabajo y me pagan muy poco,” me dice, y aunque su dilema no es muy peculiar en la Cuba de hoy, esto no disminuye su sufrimiento. “Tampoco me estimulan invitándome a los eventos del mundo editorial, ni se me reconocen mis méritos y esfuerzos.” Lo más triste es que eso sucede no solo con ella, sino incluso con los más prestigiosos editores, dueños del Premio Nacional de Edición, que se otorga por la obra de toda la vida.
Ahora no es un buen momento para cambiar de trabajo. Las plazas están casi todas congeladas. Ella teme quedarse sin vínculo laboral, aunque la comida de su hijo no salga del salario, sino del derecho de autor de los libros que ha logrado publicar en el extranjero.
“Me pagan 200 o 300 cuc por derecho de autor, cada seis meses, según la venta, y con eso voy viviendo,” me dice.
“Lo peor de todo es que como soy trabajadora de la editorial, tampoco me tienen en cuenta para publicar mis libros, por aquello de que “no se puede beneficiar a los escritores que trabajan para nosotros por encima del resto.” Sin embargo conozco de autores que dirigen editoriales que publican con regularidad en sus propias editoriales o en otras.
Mayelín siente que se va poniendo vieja y no logra una mínima seguridad. Sabe que si se queda en Cienfuegos no va a poder avanzar como escritora. Extraña a su hijo. Vive con su nueva pareja pero podría quedar sin hogar de romperse esta relación. Entonces tendría que volver a la casa de sus padres, donde la convivencia no le ha sido nada fácil.
“Osmel, creo que tarde o temprano voy a tener que regresar,” me dice como quien se refiere a la renuncia de todos sus sueños.