Machismo vs humanidad

Osmel Almaguer

Cubanos y cubanas en el malecón habanera. Foto: Caridad

Aunque en los últimos años se han visto grandes cambios en cuanto al tratamiento que la sociedad les da a los homosexuales en Cuba, todavía quedan rezagos del ancestral machismo que hemos ido cultivando a lo largo de nuestra historia.

Esto es visible tanto en el hogar como en la calle, tanto entre las personas como en las instituciones del Estado.

Con la Revolución vinieron muchas oportunidades para la mujer, pero en un principio se mantuvo una política de represión con los homosexuales, bajo los presupuestos de la moral socialista.  Este tipo de comportamiento sexual se asociaba a los peores vicios y enfermedades.

Al cabo de 50 años, las relaciones entre hombres y mujeres se encuentran marcadas por una tendencia a la igualdad de derechos, lo que no significa que en la práctica suceda con tanta precisión.

En cualquier hogar de Cuba aún podemos ver que las mujeres, además de sus responsabilidades laborales en los centros de trabajo, siguen cargando con las domésticas: atender a los hijos, cocinar, asear la casa, etc. Quiero decir que por detrás de una aparente potenciación de la mujer, que en cierto sentido no deja de ser cierta, se esconde la doble carga de trabajo. La culpa de esto la tiene la mentalidad machista que mantienen muchos hombres y mujeres.

Pero si entre las personas es natural que esto suceda, pues la conciencia de los pueblos se desarrolla más lentamente que los cambios socioeconómicos, en las instituciones o el Estado, amén de la política que se lleva, son un escándalo las posiciones machistas.

El ejemplo más sonado fue cuando Fidel, en el discurso que hizo para explicar como funcionaban los accesorios de cocina que se le venderían a crédito al pueblo, se hizo de un auditorio 100 % femenino, condicionando así la posición de las mujeres en el hogar. Hay muchas maneras de imponer una ideología.

El machismo de las calles es aún más feroz. Hay ámbitos donde las reglas generales de la sociedad son sustituidas por otras normas, las de la marginalidad, las de la contingencia.

Me refiero específicamente al mundo de la prostitución. Existe, pero es ocultado por el Estado. Las jineteras, como se le llama a las putas en Cuba, han logrado cierto poder económico, al menos a nivel familiar, no obstante, el hombre sigue siendo el “macho dominante.” Es muy común ver a los hombres como explotan la fuerza de trabajo sexual de sus parejas, quedándose con la mayoría del dinero que ellas ganan.

Pero si la situación de las mujeres es difícil, y la de los homosexuales lo es más, no debemos dejar de referirnos a un fenómeno bastante incómodo. El fantasma del homosexualismo entre los hombres. Quiero decir que el hombre debe responder a ciertos estereotipos masculinos de comportamiento para ser aceptado como tal y no ser tildado de “gay.” Considero esto como una limitación a la autenticidad del ser humano.

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