Los brasileños crecen de noche

Practicando fútbol de noche.

Por Osmel Almaguer

HAVANA TIMES – Crecí escuchando de boca de mis padres que en Cuba no se trabaja. Al principio no entendía el porqué de aquella afirmación, pero cuando comencé mi vida laboral no me quedó más remedio que darles la razón.  

Pasé mis primeros diez años saltando de empleo en empleo. A la primera contrariedad me decía: “yo no tengo por qué aguantar esto”, y me iba. A veces me pasaba semanas o meses antes de agarrar otro empleo, pero mi padre asumía todos los gastos, así que no sentía ningún tipo de presión económica.

En los lugares donde trabajé, la divisa era irse temprano. Muchas veces había poco contenido o el personal hacía de la vista gorda para no hacer nada.

“Ocho horas bien trabajadas destruye a cualquiera”, recalcaba mi padre.

La jornada laboral aquí en Brasil, en gran parte de las empresas, es de siete horas y media por seis días a la semana. Con una hora, o una hora y media de descanso intermedio. Lo que suma ocho horas y media o nueve dedicadas al trabajo. Tal vez un poco más si tienes en cuenta la preparación y el traslado.  

Al principio me pareció demasiado duro. Durante los últimos diez años como periodista independiente en Cuba, trabajaba dos o tres días a la semana y sólo media jornada. El resto del tiempo era para hacer mandados y luchar la comida.

Aquí la comida está a la altura de la mano, no hay que “lucharla”, pero se trabaja duro y sin hacer de la vista gorda durante esas siete horas y media.

Entonces, los deberes de la casa, las gestiones, se hacen en el tiempo restante, a veces robándole horas al sueño. Y si aún te queda voluntad para estudiar, cultivarte, hacer algún hobby, sacar una licencia de conducción, etc., tienes que apretar aún más tu horario y robarle más horas al sueño.

Y hay mucha gente que lo hace. Una dirigente de la empresa donde trabajo me contó que para graduarse de la carrera de veterinaria, pasó mucho tiempo durmiendo solo una hora diaria. “Me mantenía despierta a base de duchas y café”, contó en mi primer día.

Algunos hermanos de la iglesia, cuando alguien pide su ayuda, salen del trabajo y van a socorrer a otros, y llegan a casa sólo a tiempo para comer y bañarse, antes de dormir. También hay quien trabaja en una empresa hasta las cinco de la tarde, y de ahí sale a hacer Uber hasta las diez de la noche.  

Siendo este un país futbolero, los adolescentes entrenan de noche, como suelo ver en la cancha de mi barrio. Para ellos es el único modo de seguir sus sueños.

Sorprendentemente, yo también me he ido acostumbrando a este ritmo de vida. Hoy, que es mi único día de descanso en la semana, voy a trabajar también para ganar unos reales de más, y en los minutos que tengo libres aprovecho para escribir este diario.     

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