La visita de un cubano que llegó del “yuma”

Osmel Almaguer

Foto de La Habana Vieja por Elio Delgado.

Cuando llegué, lo encontré conversando tranquilamente con mi padre en la sala de su casa.  Primero no supe de quien se trataba, así que lo saludé con frialdad.

Mi padre, al darse cuenta de mi despiste, me dijo con gran regocijo “¡Pero si es Tony! ¿Ya no lo recuerdas?” Sólo entonces lo abracé con sincera alegría aunque en el pasado no hubiésemos sido los grandes amigos.

Estaba un poco más gordo, no mucho, y canoso, en ese aspecto sí parecía haber envejecido demasiado en solo dos años, aunque de ánimo lucía mejor que nunca.

Hablaba con seguridad, como quien trae la verdad en la mano.  Poco después caí en cuenta de que había logrado sus planes de emigrar a los EE.UU.  junto a su familia.

Tony, como siempre le llamaron por estos lares, vino de visita para reencontrarse con el resto de sus parientes, visitar amigos y, quizás, volver a respirar el aire de lo que siempre fue su hogar.

Nacido y criado a unos metros de mi casa, se había pasado la vida criando vacas, manejando el tractor para los servicios comunales y podando céspedes y jardines.

En realidad tenía muchas preguntas para él, pero el tiempo con el que contaba era muy reducido, pues todavía tenía que visitar a un gran número de amigos, y ya estaba anocheciendo.

Nos contó a grandes rasgos el modo en que viven él y su familia.  Hizo referencia a su empleo, en una brigada de mantenimiento a las áreas verdes, allá en Tampa, la ciudad donde viven.

Su esposa se gana la vida limpiando pisos en una cafetería.  Según nos dijo admirado, con muchas mejores condiciones que cuando lo hacía aquí, y es cierto, aún la recuerdo dándole brillo al pasillo de mi escuela, casi sin agua y con instrumentos muy deteriorados.

Ambas hijas trabajan en un restaurante, y aunque no tienen un alto salario obtienen bastante de las propinas.  La mayor, incluso, recibe anualmente unos 5000 dólares por tener un hijo pequeño, por cierto, nacido en Cuba.

Su mayor suerte es que han podido permanecer juntos y luchar, aportando cada uno lo que puede a la economía de la familia.  Los salarios son bajos, es cierto, pero entre todos lograr mantener el hogar en buenas condiciones, nutrirse adecuadamente, salir de vez en cuando y, en fin, llevar una vida sin lujos pero tranquila.  Por el momento todos gozan de algo muy importante, una buena salud.

Es posible que nunca lleguen a realizar el “sueño americano.” pero al menos no han tenido tan mala suerte, como otros emigrantes de los cuales he tenido noticia por diferentes fuentes.

En su barrio no se habla de este país ni de política.  Me imagino una vida diferente a lo que desde aquí nos presentan como la pesadilla americana.

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