La Vieja Habana
Osmel Almaguer
Veinte años de Período Especial en Ciudad de la Habana le han dado un tiro de gracia a una arquitectura ya bastante maltrecha.
Cuando paseo por el Casco Histórico, por ejemplo, me llevo esa rara impresión de que nunca dejará de estar en reparaciones. Terminan de remozar un edificio y ya el primero se ha vuelto a deteriorar.
Así y toda esta es una de las mejores zonas de la urbe. Porque Eusebio Leal, el historiador de la ciudad, ha ideado un proyecto turístico mediante el cual se ha vuelto rentable y auto-presupuestada.
La Habana Vieja tiene una gran cantidad de viviendas, fortalezas e iglesias con mucho valor arquitectónico, que datan de cuando los españoles que llegaron a la isla, abundantes en oro, pagaban grandes sumas a los más prestigiosos ingenieros y arquitectos italianos y franceses.
Hay otros sitios menos antiguos, cuyas construcciones son de la etapa republicana. El Capitolio, la Universidad de la Habana, el Estadio Latinoamericano (sede de los Industriales), etc., son edificios no solo resistentes, sino también representativos de la ciudad.
Pertenecen a barrios como Centro Habana, el Vedado y el Cerro, y fueron financiados por los gobiernos que, según se lee en los libros de Historia, eran corruptos y se embolsillaban parte del presupuesto.
Por último, existen otras zonas menos antiguas aún, llamadas periféricas, en donde el grado de urbanidad es mucho menor. Son los casos de Habana del Este, Cotorro, Arroyo Naranjo, etc., en las que la arquitectura que prima es la post-revolucionaria. Mi barrio, por ejemplo, es Alamar.
Nadie ha pagado grandes sumas por sus edificios, o sí, pero son grandes sumas distribuidas equitativamente por el Estado socialista, para que alcancen viviendas para todos. ß ?
Por eso los edificios tienen mala calidad, y ni hablar de lo feos que son, aunque eso no tenga mucho que ver con que sean baratos. Lo cierto es que aún así no alcanzan, y las familias, que han ido creciendo y multiplicándose, han acudido a la opción de ampliar y remodelar ellos mismos sus apartamentos.
El otro día, de regreso a mi casa, me sorprendí al ver que los vecinos de un primer piso habían construido un cuarto adyacente al edificio. Los del segundo aprovecharon y construyeron encima, y los del tercero ya estaban haciendo una terraza. ¡Era casi un edificio paralelo! Aparte de esos fenómenos arquitectónicos, propios de la necesidad, no todo en la arquitectura revolucionaria es negativo.
Se han construido también un gran número de escuelas, círculos infantiles y policlínicos, que aunque su calidad sea baja, por los materiales con que se fabrican, y sus formas carezcan de gracia, son mínimamente funcionales.
Sean muchos o pocos los esfuerzos del gobierno por mantener en buen estado una arquitectura que, al fin y al cabo es la cara del país, a esta le falta maquillaje, y a veces le sobra, como si fuera una anciana que quiere aparentar menos edad y no lo logra.