La Serie de Oro
Osmel Almaguer
A la quincuagésima edición de la Serie Nacional de Béisbol le han colocado el apelativo de La Serie de Oro. En referencia, evidentemente, a la cifra redonda que se cumple, y no a la calidad de nuestro deporte nacional.
Las expectativas sembradas antes de que comenzara la temporada, las de un campeonato de alta calidad avalado por cincuenta años de experiencia y éxitos, y cierto aire de clasicismo, se han ido derrumbando poco a poco cuando todavía no hemos terminado el primer tercio del calendario regular.
Los síntomas de un decrecimiento, mucho más radical desde el campeonato pasado hacia este, más que indicadores son de escándalo. La tendencia general es a que el bateo apabulle a un picheo que, además, no cuenta con un buen respaldo defensivo. El promedio de bateo ronda los .290, cercano a los más altos índices de la historia de nuestras series; el picheo se comporta ampliamente por encima de las 4 carreras por cada juegos de nueve entradas, y la defensiva promedio ha llegado a rebajar los .970.
Quizás estos datos no sean muy ilustrativos, pero si se observan los box score diarios podremos observar la clara tendencia a que más de un equipo cometa cuatro o cinco errores en el juego, más de dos equipos bateen cinco o seis jonrones en el encuentro, y casi la mitad de estos terminen con abultados marcadores.
Si aún no fuera suficiente. Sentémonos frente a la TV a ver los juegos que se trasmiten. Lo primero que notaremos es la escasez de opciones. El ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) alega que sólo puede cubrir el desarrollo de un partido diario. Recordemos que estamos hablando, más que del deporte nacional, de una de las principales herramientas ideológicas con que cuenta el gobierno revolucionario.
Otro hecho notable es que, encima de que sólo contamos con una sola trasmisión, excepto en los Play Off claro, a veces los partidos que se brindan por la TV no son los mejores en el cruce. Hace poco tuvimos la “dicha” de poder observar todos los detalles de la sub-serie entre Holguín y Guantánamo, dos de los equipos sotaneros de la zona oriental.
Sin embargo, lo más triste de todo es cuando notamos que la gran mayoría de los equipos, diezmados por el azote de la migración hacia los Estados Unidos, están integrados por jugadores que, muchos de ellos, no tienen el nivel para figurar en un campeonato nacional.
Me refiero no al talento, al poder o a la velocidad, sino más bien a los fundamentos del béisbol, a dominar la mecánica defensiva, a saber qué hacer en cada momento del partido, pensar y tomar decisiones que influyan positivamente en el marcador.
Eso escasea, y si lo dudan, por qué son cada vez más numerosas, incluso entre los círculos de periodistas especializados, las opiniones de que debe hacerse una serie nacional más elitista, en donde se reúna el talento que nos queda.