Haciendo “los mandados” en Brasil

HAVANA TIMES – Garantizar la subsistencia en Cuba, cuando vivíamos allá, era una odisea. Y ahora que no estamos, según cuentan, es mucho peor. Complementar la magra canasta básica que vendía el gobierno significaba comprar productos robados, desplazarse grandes distancias y pagar alimentos a precio de oro.
Aquí en Brasil no tenemos ese problema. Este sigue siendo un país del tercer mundo, pero comprar la comida del mes, al menos para nosotros, una familia de inmigrantes donde papá y mamá trabajan, es fácil y costeable.
Nuestra renta familiar de cinco mil reales (casi mil dólares) es decente, aunque no alta. De ahí, usamos aproximadamente la quinta parte para comprar los alimentos, productos de limpieza y algún insumo que necesitemos en el mes.
Como país gigante volcado hacia adentro, la gran mayoría de los productos que se consumen en Brasil son de factura nacional. El acceso a productos importados o de excelencia es exclusivo para familias con altos ingresos, o personas dispuestas a gastar todo lo que ganan en la compra del mes.
Nosotros tenemos el propósito de crecer económicamente. Así que no gastamos en comida todo lo que ganamos. Y aunque al principio fue difícil, pues hubo que crear condiciones en la casa, comprar ciertos muebles y equipos, ropa, etc., ya hemos comenzado a librarnos del yugo del crédito.
Eso quiere decir que, cuando uno cobra y paga internet, teléfono, agua, luz y alquiler, te viene quedando un superávit que puedes guardar para, en un futuro, emprender algún negocito.
Los salarios en este país son bajos, pero el sistema es medio izquierdoso y hay muchas cosas que se pueden adquirir baratas o gratis, como la atención médica, ciertas medicinas, dinero en ayuda del gobierno y alimentos. Y por ahí compensa.
Así que nosotros, que estábamos acostumbrados a pagar a precio de oro aquel picadillo de no se sabe qué, no gastamos dinero en los productos más caros, y aun así comemos bien.
Mientras el brasileño promedio ama el churrasco, y está dispuesto a pagar cuarenta, cincuenta y hasta setenta reales por un kilogramo de carne vacuna (un dólar equivale aproximadamente a 5 reales y medio), nosotros comemos pollo y cerdo, cuyos precios oscilan entre los cinco y los veinte reales el kilogramo.
Algún que otro día, nos permitimos la carne de res y hasta el pescado. Un kilogramo de salmón, por ejemplo, cuesta ciento veintinueve reales (unos veintitrés dólares, y la décima parte de un salario mínimo).
Además, gastamos lo menos posible en bebidas con burbujas, chucherías y comida chatarra, también para cuidar un poco la salud. Porque a la verdad, cuando un cubano llega al capitalismo se desboca hacia aquellos productos que en Cuba no tenía.
Muchas felicidades por tu vida en ese bello país, de gente tan agradable. Me encantan tus diarios porque vas descubriéndonos como vive el inmigrante y las posibilidades de mejorar que tiene tu familia. Cuenta de la niña también. Abrazos