El negocio de la caridad en Cuba

Osmel Almaguer

Pacas de ropa de donación. Foto: balesofclothes.com

HAVANA TIMES — La sobrina de Odalys, una vecina de mi madre, ha incrementado ostensiblemente su guardarropa en los últimos tiempos. Tiene piezas de primera, pero no gana un salario que pueda costear tanta calidad.

Tampoco tiene amigos o parientes en el norte; simplemente trabaja en una de las organizaciones políticas que reciben y envían la ropa de donación para los damnificados por el ciclón en Santiago de Cuba.

Se presenta para que su tía, que es costurera, le arregle las últimas adquisiciones. Odalys le lanza frecuentes miradas recriminatorias, a las que la sobrina responde con un: “¿Ay mija, de cuando a acá tú has sido tan consciente?” o “Tía, no seas aguafiestas, que allá todo el mundo hace lo mismo”.

Y es cierto que hay necesidad, pero también hay que tener muy poca sensibilidad para hacer lo que hace la sobrina de Odalys. En fin, creo que el cubano promedio se ha acostumbrado demasiado a malversar, tanto que ya no lo ve como algo condenable.

Con la ropa que entra desde el exterior sucede otro tanto, o tal vez peor. Ahí no se trata de un puñado de obreros revolviendo las cajas para entresacar lo que les resuelve, sino de una cadena de negocios que es casi un renglón económico.

De almacén en almacén y de camión en camión la ropa se desvía ilegalmente, se compra y se vende. He escuchado que una caja sellada con no-sé-lo-que-tendrá-dentro cuesta unos 200 o 300 cuc. Sobre esta inversión el revendedor puede llegar a ganar unos 1000 o 2000 cuc, si se pone a vender la ropa con calma.

Por todo ello, la ropa que vende el Estado en sus tiendas de reciclaje es una basura que solo los más alocados o apretados económicamente se atreven a usar.

De vez en cuando se puede resolver comprar alguna camisita de donación bastante buena y en un precio razonable, 30 o 40 pesos, pero eso es solo si conoces al alguien que esté metido en el negocio.

Total, que cuando conocí a la sobrina de Odalys me llevé las manos a la cabeza preguntándome: ¿A dónde habrá ido a parar la ropita que con tanto trabajo mandé para Santiago?

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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2 thoughts on “El negocio de la caridad en Cuba

  • Cuando yo era niño, a eso le decían “manigüiti”. Resulta curioso ver cuántos sinónimos tiene el verbo robar en Cuba. Lo triste es que mientras no nos lleguen de la mano cierta abundancia de recursos, productividad, salarios decentes y honestidad en la función pública, seguiremos incrementando el diccionario…hasta más ver…

  • Si, que pena que pase esto, hay una crisis tremenda de los valores, cosa que siempre acompana a una crisis economica como la que vive Cuba.

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