El discurso del agotamiento

Osmel Almaguer

Cuba y la bandera. Foto: Caridad

“Hoy va a hablar Fidel, así que la comida tiene que estar más temprano,” le decía mi padre a mi madre, sin que esta orden le resultara demasiado impositiva, pues en aquel momento existía una sola razón, la de los revolucionarios-seguidores de Fidel.  Por tanto, todo el que estuviera en desacuerdo con uno solo de los detalles de su palabra y acción, era catalogado como “gusano.”

En mi familia no podía haber ningún gusano, pues todos eran pobres antes del 59, y “debían todo lo que tenían a la Revolución.”

Por eso había que seguirla y cuidarla, y la mejor forma conocida era respaldándola en su política exterior y su contienda con EE.UU.

Entonces, ¿de qué podía tratar el discurso del Comandante sino de ensalzar los méritos de la Revolución cubana y condenar todo lo que perteneciera al mundo capitalista?  Cualquier cosa que pasara en el mundo, desde una guerra en el medio oriente hasta un niño durmiendo en las calles de Brasil, era culpa de los “Americanos.”

Vaya forma superficial de valorar las desiguales relaciones entre el mundo desarrollado y el resto.

Poco a poco, sobre todo con la crisis de los noventa, lo retórico de su discurso se fue haciendo evidente, hasta llegar al punto en que, velada o evidentemente, mucha gente se alegró cuando dejó de hablar por la TV.

Mi familia trató de mantenerse incólume a esta debacle, pero de todas formas muchas cosas  cambiaron.  La lucha diaria por la supervivencia hizo que todos tomáramos actitudes que 10 años antes hubieran sido condenadas unánimemente.  Yo crecí, y pasé de repetir la conducta y las ideas de mi padre a formarme mi propia opinión sobre el mundo. Mi criterio ha ido variando con la introducción de nuevos conocimientos.

Ejemplo de ello fue cuando me puse a pensar en las causas que llevaron a que triunfara la Revolución, las que hacen que el régimen se mantenga, y las que podrían llevar que desaparezca.  Decirlas todas sería demasiado tortuoso, pero, al menos, creo importante mencionar:

Como causas del triunfo:

-La fortaleza del Ejército Rebelde alrededor de su líder Fidel.

-Las tradiciones de lucha en nuestro país.

-La esperanza del pueblo de que por ser distinta a todo lo anteriormente visto, la Revolución sería beneficiosa para “la mayoría,” como afirmaban sus gestores. (Me niego a creer en la “conciencia” que, según afirman los que escribieron la Historia de Cuba, tenía el pueblo en el 59).

Por su parte, para mantenerse, la Revolución ha acudido a:

-Medidas que tienden a hacer más equitativa la distribución del producto, amén de su impacto real en la población.

-Control total en lo político, lo económico, lo militar y lo ideológico, por parte de las autoridades.

-Sobre utilización de mártires y tradiciones patrias como reservas simbólicas de la nación.

En cuanto a las causas de su posible final:

-Divorcio entre los intereses de las masas y la clase dirigente.

-Pérdida de fe en los dirigentes máximos por parte de las jóvenes generaciones, que vienen, sin dejar de apoyar el proceso, con ideas que no se les dejan desarrollar.

-Crisis económica: provocada por el monocultivo heredado de las etapas colonial y neocolonial, y por la política de bloqueo y embargo de los EE.UU. hacia Cuba.

La última conclusión que he podido sacar de esto, luego de la cual cada pensamiento acerca del tema me resulta innecesario, es que vivimos entre dos corrientes, y ambas nos utilizan para su provecho.

Piensen en lo que dice Fidel: “los ricos son cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres.”  Entonces ya no pienso en términos de derecha o izquierda, porque ninguno va a venir a resolver mis problemas.

El problema fundamental de la humanidad está en sí misma, en lo más intrínseco del ser humano, y tiene que ver con su egoísmo. No existe sistema capaz de cambiar eso.

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