El accidente de mi padre
Osmel Almaguer
Mi padre recibe una suma por concepto de jubilación de unos 600 pesos mensuales. Eso, como todo el mundo sabe, no alcanza para resolver los problemas y cubrir las necesidades del mes.
Como quiera que vivimos en una casa con un terreno bastante grande y que a mi padre le encanta trabajar la carpintería, él aprovechó y se construyó un pequeño tallercito junto a su casa, en el cual hace trabajos de reparación de muebles y fabricación de artículos sencillos que le reportan un dinerito más.
El viernes pasado mi padre tuvo un accidente cuando intentaba cortar una pieza demasiado pequeña, de una madera demasiado resistente. Perdió el control de lo que hacía y la presión con que la hoja metálica cortaba la madera hizo que su mano izquierda fuera a dar justo sobre los dientes de la sierra.
Por desgracia yo no estaba presente cuando todo sucedió. Solo después de las 8 de la noche, cuando llegué a casa, me enteré. Entonces, con la ayuda de unos tíos que tienen carro llegué al hospital en donde estaba ingresado.
Lo encontré desfallecido, aún atontado por la anestesia. Aunque la operación había sido un éxito, perdió su dedo anular. Entonces otro de mis tíos, que fue el que tuvo que correr con él, me contó lo sucedido.
Cuando mi padre se apareció frente a él con la mano ensangrentada, salió como un rayo en busca de un vecino que tiene un carro. Lo llevaron al policlínico más cercano y allí se pasó tres horas en espera de la ambulancia, porque solo había una para todo el municipio.
Luego lo remitieron al Hospital Calixto García, que aunque queda en el Vedado, es al que tenemos derecho la gente de La Habana del Este. Lástima que quede como a 20 Kms. de casa.
Allí está muy sucio, hasta cucarachas hay paseándose por los pasillos. Por suerte lo volvieron a remitir, ahora al Fructuoso Rodríguez, especializado en ortopedia, el mejor, o uno de los mejores del país, según me dijo el tío.
Hace ya cinco días del accidente y mi padre sigue aún ingresado. La fama del hospital no es gratuita, sino que además de buenos médicos y enfermeras profesionales, tienen trabajadores amables, cubículos cómodos y limpios, y si no fuera por un ladrón que acabó con todos los televisores del hospital, tuvieran también uno de estos aparatos por cada 4 camas.
Es cierto que nuestro sistema de salud tiene muchos defectos. Me atrevería a decir que en estos momentos tiene más defectos que virtudes. Sin embargo este hospital parece ser un oasis en el desierto de la decadencia.
Lo siento por tu papa, espero que regrese a la casa lo mas rapido posible