Cuba sin comida ni creatividad culinaria
HAVANA TIMES – Durante mi vida como periodista independiente allá en Cuba, tuve la dicha de visitar algunos países y conocer algo de sus hábitos alimentarios. Entre los que visité, me impresionaron las cocinas de España y de Perú, así como la de Colombia.
Para un cubano que ha pasado décadas de privación alimentaria, casi cualquier comida en el extranjero era tocar el cielo, pero una vez superado aquel “imperio” del sentido del gusto, la lógica me decía que el pueblo cubano no solo estaba comiendo peor de lo que podía, sino que tendía a empeorar.
Y lo digo porque vi variedades de platos y productos que en Cuba tal vez hubiéramos podido hacer, pero que ni siquiera lo valorábamos. Alimentos que en otros países son bastante apreciados.
Hay una gran cantidad de preparaciones a partir del aguacate, el cual en Cuba solo se come en ensaladas. Uno de los ejemplos más típicos es el guacamole, una pasta aliñada muy popular en países de Centroamérica.
Por raro que parezca, los brasileños consumen el aguacate con azúcar o en batidos, que son increíblemente sabrosos.
Del maíz, Brasil obtiene la fubá, la polenta, los flocos, el sagú, la farofa, entre muchos otros derivados. Son productos con texturas y sabores diferentes y que se usan para diversas confecciones en su cocina tradicional.
En Cuba se hace harto difícil conseguir cualquier tipo de alimentos. Pero el mismo maíz, cuando teníamos, se consumía en apenas dos variantes: tamales o majarete.
Aquí en Brasil he conocido el palmito, un producto que proviene del corazón de la Euterpe Edulis, especie de palmera que nace principalmente en países de Sudamérica. Es un poco caro; un frasco con 500 gramos cuesta 15 reales (unos 3 dólares), pero compensa con su sabor delicioso.
Si bien no tengo certeza de que esta especie crezca en Cuba, sé que el cogollo del plátano da otro tipo de palmito que, por videos que he visto en YouTube, también tiene un sabor bastante agradable. Me consta que en países con comida como Colombia, principalmente en regiones rurales, se consume esta variante del palmito.
El punto es que la mente culinaria de los cubanos se ha ido cerrando.
El gobierno cubano, de vez en vez, ha venido produciendo campañas ridículas, con propuestas que crean un rechazo instantáneo en las mentes del pueblo, alienado por décadas de escasez. No siempre sus propuestas han estado erradas, pero funcionan más como cortinas de humo que como consejos alimentarios sanos.
Desde la entrañable moringa, pasando por el cocodrilo, la jutía, la limonada, la cáscara de papas y el dulce de cáscara de plátano, los consejos alimentarios de Fidel y sus acólitos han servido más como carne de meme que como solución para el hambre.
Sobre el palmito de plátano, me consta que se han hecho publicaciones en páginas oficialistas aconsejando el consumo del mismo, pero después de semejante sarta de locuras, ¿quién los escucha?
Abrir la mente culinaria de los cubanos tendrá que pasar necesariamente por un proceso de abundancia. ¿Cómo vas a comer palmito cuando ni siquiera tienes aceite, sal, especias, arroz o algo más para acompañar? La solución no va por ahí.