Como las pirámides de Egipto

Osmel Almaguer

Jugando ajedrez en una calle de La Habana.

Tras las huellas del Ché es un torneo de ajedrez entre los diferentes ministerios y organismos del Estado que se organiza una vez al año.  Estamos en la segunda edición, la primera fue el año pasado, cuando nuestro equipo del Instituto del Libro quedó en el lugar 27, entre los 34 equipos participantes.

Parece una mala actuación, pero no es así, porque este plantel, del cual formo parte como capitán, está integrado por trabajadores que no nos dedicamos profesionalmente a esta actividad, mientras que la mayoría de los otros están compuestos por jugadores profesionales, que no pertenecen a las empresas que representan.

Ayer fue la primera jornada del torneo, y perdimos 0-5 con un Club desconocido para nosotros. Era lógico que sucediera, pues nuestros jugadores no están entrenados para este nivel.

Este año participan 58 equipos y nuestras posibilidades son mucho más remotas, pues además de nuestra baja calidad tampoco hemos recibido apoyo de la administración.

Mientras otros equipos tienen transporte para traerlos y llevarlos a casa después de cada juego, que comienza a las cinco y treinta de la tarde y termina como a las ocho de la noche; nosotros tenemos que depender del transporte público. Algunos tienen asegurada una merienda, nosotros no. A otros les dan tiempo libre para prepararse, a nosotros no. Así no hay quien juegue bien.

El año pasado, al terminar la primera edición del Tras las huellas del Ché, diseñé un proyecto para promocionar la actividad del Ajedrez con un torneo en nuestro instituto cuya finalidad era la de captar jugadores de fuerza en nuestras dependencias, que son muchas en la capital y en todo el país. Este proyecto no fue apoyado por el sindicato y mucho menos por la administración.

Claro, el del sindicato me dice que en las condiciones de caos en las que se halla el instituto, nada puede funcionar bien. Y es cierto. No tenemos presidente, y hay otros muchos cargos directivos que están desiertos.

Cuando pequeños todos los cubanos repetimos mecánicamente ese lema que nos enseñan: Seremos como el Ché. Ahora formamos parte de un torneo que va “tras sus huellas,” y me pregunto, ¿será la falta de organización y de apoyo parte de las huellas del Ché? Él, como cualquier otro ser humano, tenía sus defectos, pero si dirigiera nuestra institución seguro nos apoyaría más, al fin y al cabo amaba este deporte y era un hombre de ideas.

Nosotros, los del equipo, también amamos el ajedrez, por eso trataremos de hacer el mejor papel posible, pero nuestro resultado, que estoy convencido será pésimo, reflejará las condiciones en las que nos encontramos, como reflejaban las pirámides egipcias el poderío de los faraones, o como refleja el descenso en la calidad del deporte cubano la situación del país.