Adiós a La Habana 

Por Osmel Almaguer

HAVANA TIMES – El 27 de diciembre de 2022 salimos en travesía hacia Brasil. Hacía un frío excesivo, inclusive para ser invierno. A pesar de las tensiones previas al viaje, por alguna razón que desconozco conseguí dormir como un bebé.

A las ocho de la mañana llegó el carro. Teníamos vuelo marcado para el mediodía. Solo quedaba tiempo para asegurar los documentos, el dinero y el equipaje; precisar quién se quedaría con las pertenencias que aún restaban por repartir; abrazar a la familia y llorar, llorar sentidamente.

Mi madre nos acompañó hasta el aeropuerto. En un intento por maximizar aquel último momento, había dormido esa madrugada con nosotros. Fue un adiós corto e implosivo. Cuando dimos la espalda, ya sólo existíamos nosotros y la travesía.

Salir por la aduana supuso la primera de varias victorias. Hubo varios apagones cortos que retrasaron nuestra salida. 

Volamos hasta Puerto España, en Trinidad y Tobago, durante unas cinco horas. Allí hicimos una escala hasta las siete de la noche, para luego salir hacia Guyana, a cuyo aeropuerto llegamos sobre las diez de la noche.

En la salida nos estaba esperando el coyote, quien nos llevó a una casa y nos dio comida y agua, cobrándonos 900 dólares en lugar de los 700 que habíamos acordado. Nos preguntó si queríamos salir para Brasil inmediatamente y asentimos.

Entonces nos trasladó hasta el punto de partida; otra casa donde había más cubanos y algún que otro africano. Estaban llenando unos sobres con dinero que después entregarían en cada punto de control de la policía.  

A las dos de la madrugada, nos acomodaron en una van y salimos. No había espacio ni para recostar la cabeza. Hicimos el viaje con nuestra hija de dos años sobre las piernas, más una mochila con mi ordenador y un bolso con una cámara.

Cerca de las tres de la madrugada entramos en la selva. Rodamos por aquel camino oscuro y enlodado hasta las seis. Sólo nosotros y Dios (y quien sabe si alguien más). Entonces el coyote paró para descansar. Dormimos como pudimos y una hora más tarde continuamos viaje. Mi columna había logrado descansar un poco, pero aún dolía.

Cuando paramos en la selva para orinar y beber algo. 

Las próximas tres horas fueron de un constante dormir aletargados. El sueño nos vencía a pesar de la incomodidad. Yo abría los ojos, y solo veía aquel camino de lodo frente mí, y vegetación a ambos lados. Parecía eterno.

A las diez de la mañana, paramos en una especie de cafetería en medio de la nada. La gente orinó en el monte, algunos compraron bebidas y el coyote nos aconsejó que no gastáramos el dinero allí, que estábamos a unos cuarenta minutos de un restaurante donde almorzar. 

Los cuarenta minutos prometidos, se convirtieron en tres horas más de letargo, cansancio y hambre, porque el restaurante nunca apareció. Recuerdo que estábamos bastante enojados y confundidos al respecto.

Sobre el mediodía ya habíamos salido de la selva. Estábamos en un valle enorme y bastante seco, que nos pareció un paraíso. Poco después el coyote paró en una casa donde pudimos comprar almuerzos y bebidas.

Continuamos viaje y dos horas después llegamos a Lethem, el último pueblo antes de cruzar la frontera. Allí cambiamos de vehículo rápidamente y nos condujeron hasta el río, cuya rivera opuesta ya era Brasil.

Esta fue después de salir de la selva. En Guyana.

Infundían terror en nosotros, diciendo que la Policía Federal nos estaba observando, que teníamos que ser sigilosos y estar preparados para cualquier cosa. Cruzamos el río en un bote con motor. Una vez más en manos de Dios. Fueron diez minutos pensando qué hacer si el bote se volcara, a quien salvar entre mi hija de dos años y mi esposa que no sabe nadar.

Treinta y cuatro horas después de haber partido de casa, nuestros zapatos cubanos pisaron tierra brasileña. Llegábamos al gigante sudamericano sin nadie esperando por nosotros, y con el dinero que pudimos reunir escondidito bajo la blusa de mi esposa.   

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osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

2 thoughts on “Adiós a La Habana 

  • fidel no prometio nada, fidel engaño a todo el mundo, Batista debio haberlo fusilado en cuanto lo atrapo.

  • esperamos la próxima entrega del relato

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